No estamos en 1977, ni mucho menos. Por mucho que Anguita se empeñe en querer comparar la situación actual con la de 1977. La cosa no tiene por qué extrañar en boca de un comunista ortodoxo, como lo es don Julio. Su ideología, que aparecía como la novedad que iba a transformar el mundo a partir de la dictadura del proletariado, según anunciaban Marx y Engels, que analizaban el devenir de la humanidad desde una perspectiva excluyente para cualquier elemento que diese validez a creencias religiosas o simplemente espiritualidad -en eso se fundamenta el materialismo histórico-, es hoy un planteamiento añejo. Quizá, don Julio es presa de un inmovilismo como el que atenazó a los regímenes comunistas, tras los momentos de la revolución, y por eso formula un deseo que es una manifestación palpable de una frustración política.
Córdoba no es la de 1977, en parte como consecuencia de su paso por el Ayuntamiento. No había entonces estación del AVE y tampoco, por su puesto, trenes de alta velocidad. La costura que suponían las viejas vías férreas, partían la ciudad en dos. Sobre el Guadalquivir estaban el Puente Romano… y el de San Rafael. La feria se celebraba en la Victoria y el Ayuntamiento estaba en lo que hoy es el boulevard del Gran Capitán que, en sus tiempos de alcalde se cubrió rápidamente y en pleno agosto para poner fin a la polémica que se iniciaba ante los restos romanos aparecidos en el subsuelo de la zona. No había Vial Norte, ni Ronda Oeste. Ni siquiera la autovía A-4 existía por aquel entonces y en los viajes por carretera a Madrid había que pasar Despeñaperros que en esa fecha no estaba desdoblado. Existía el Monte de Piedad y la Caja Provincial de Ahorros. Estaba lejos la fusión de ambas entidades y, desde luego, nadie podía imaginar que la resultante CajaSur terminara siendo poco más que una sucursal de una entidad financiera vasca. Existía Galerías Preciados y, aunque a muchos les parezca increíble, no existía El Corte Inglés. La Córdoba de hoy en nada se parece a la de 1977.
Tampoco se parece en nada la situación política. La democracia era entonces un balbuceo amenazado por lo que se llamaba ruido de sables en los cuarteles. Los terroristas de ETA -algunos de cuyos integrantes son hoy ensalzados por quienes quieren reescribir la historia- asesinaban casi a diario. Había ilusión por las nuevas perspectivas políticas que se abrían tras el largo túnel de la dictadura. El PSOE cordobés, como el de toda España, se negaba en redondo a que entrásemos en la OTAN, que era el paso previo para una posible integración en lo que entonces se llamaba la Comunidad Económica Europea, conocida también como Mercado Común Europeo. Ciertamente, tampoco estábamos en esa Comunidad Económica Europea. En 1977 no había Constitución y el partido del gobierno era la desaparecida Unión de Centro Democrático. Tampoco estaba claro el modelo de Estado que terminaría por llamarse “Estado de las Autonomías” y, por lo tanto, en aquella Córdoba no existían los delegados de lo que años más tarde serían las consejerías de la Junta de Andalucía. Por no haber no había ayuntamientos democráticos. Las primeras elecciones municipales se celebraron en 1979.
La Córdoba de hoy poco tiene que ver con la de 1977. Tampoco la España de hoy es comparable. Esto no puede ser como en 1977 por mucho deseo que don Julio tenga.
(Publicada en ABC Córdoba el 28 de mayo de 2016 en esta dirección)