En política los gestos son importantes. También las declaraciones. Máxime en una sociedad donde los medios de comunicación son una pieza fundamental. Se dice, con mucho fundamento, que aquello qué no está en los medios no existe. De un tiempo a esta parte lo que no existe es lo que no está en las redes, aunque en mi opinión, eso había que matizarlo. No toda la población y principalmente la de más edad, y el país va camino de los diez millones de pensionistas, se mueve por las redes. Pero la política de gestos y declaraciones tiene poco recorrido en el ámbito local. Lo que los vecinos de un municipio esperan de su ayuntamiento -sobrepasa con mucho gestos y declaraciones- es gestión. Algo que va mucho más allá de cambiarle el nombre a calles con un amplio rechazo vecinal, discutir titularidades de edificios que llevan siglos de lo que en términos legales se conoce como “pacifica propiedad” y encargados de su conservación y mantenimientos sin que nadie haya dicho esta boca es mía. No está centrada en poner en cuestión determinadas actividades festivas relacionadas con la indumentaria…

La gestión que esperan los vecinos de su ayuntamiento, aparte del cumplimiento de las promesas electorales, es que funcionen los servicios municipales y que la ciudad sea habitable. También que se apoyen las iniciativas que creen empleo o no se destruyan las que lo generan. Que se pueda pasear por los parques o descansar por la noche, amén de los suministros de agua, la recogida de residuos sólidos, que las calles estén transitables para personas y vehículos, que se cumplan las competencias municipales en materia educativa -mucho menores de los que la Junta trata de endosar a las administraciones locales- o haya unas actividades culturales y recreativas acordes con las necesidades de la localidad.

Al actual mandato municipal le queda poco más de un año, es decir han pasado casi tres años del actual gobierno municipal y la gestión brilla por su ausencia. Eso sí, se han creado numerosas comisiones que son fórmula magistral para empantanar los asuntos. A estas alturas nos encontramos con que la ronda del Marrubial no ha comenzado las obras de acondicionamiento, con que el programa del Plan Turístico de Grandes Ciudades vive estos días una nueva prórroga por la deficiente ejecución de las obras asignadas donde  cerca de la mitad de los fondos destinados al plan están sin adjudicar, con que el Metrotrén no acaba de arrancar, con que la cementera Cosmos está en un brete sin soluciones viables para cientos de trabajadores, con que el retraso en la concesión de licencias para poner en marcha la construcción o adaptación arquitectónica de nuevos establecimientos hoteleros sufre retrasos inexplicables, con que la remodelación del “palacio de congresos” está en trance de dormir el sueño de los justos, como le ocurre a la licencia para las obras del Palacio Episcopal, o con que el Pósito sigue en estado de ruina.

La actuación del equipo de gobierno, muy controlado por el exiguo grupo municipal de Izquierda Unida -cuatro concejales de  veintinueve- y fuertemente condicionado por Ganemos Córdoba, ha estado estos tres años mucho más en los gestos y las declaraciones que en la gestión. En más de una ocasión actuando de forma que, en román paladino se llama “pisar callos”, y a veces sin necesidad. Hemos visto demasiados brindis que se quedaban en sólo eso. Esperemos algo más que estos  brindis en el tiempo que queda para las próximas elecciones.

(Publicada en ABC Córdoba el 7 de marzo de 2018 en esta dirección)

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