Conocemos muchas frases que, se dice, fueron pronunciadas por algunos de los personajes más importantes de la historia. Algunas se atribuyen a Felipe II o a Luis XIV, los monarcas más poderosos de la Tierra en su momento. Otras se atribuyen a personajes menos relevantes, pero también han quedado fijadas por su contenido. Es posible que nunca las pronunciasen, pero definen una realidad del momento y puestas en sus bocas cobran un relieve especial.
A Felipe II se le atribuye la frase de “Yo no mandé mis barcos a luchar contra los elementos” cuando tuvo noticia del desastre final de la conocida como la “Grande y Felicísima Armada –los ingleses la bautizaron, con notable insidia, como la Invencible y nosotros, muy dados a valorar lo foráneo, asumimos esa denominación que encierra no poca sorna-. Era una forma de expresar la resignación de rey de España ante lo que había ocurrido con la enorme escuadra que se había ido congregando en el puerto de Lisboa y había de recoger en Flandes a los tercios de Alejandro Farnesio con el objetivo a invadir la Inglaterra de Isabel I.
A Luis XIV, en monarca que representa el auge del absolutismo monárquico que fue intensificándose, tras la Baja Edad Media, a lo largo de los siglos XVI y XVII y llegará a su apogeo a finales de esta centuria y a lo largo de buena parte del siglo XVIII, se atribuye la frase: “L’État, c’est moi (El Estado soy yo)”. Es posible que no la pronunciase jamás, pero encajaba con el perfil y las formas de un monarca que es el referente más acabado del absolutismo imperante en su época.
Es al embajador español ante la corte de Versalles, al que se le atribuye la frase “¡Ya no hay Pirineos!”. Se dice, si bien pensamos qué con poco fundamento, que fue dicha cuando Luis XIV, como jefe de la casa real de Borbón, aceptaba el testamento de Carlos II, el último de los Austrias españoles, por el que el duque de Anjou se convertía en Felipe V de España. Una da las razones por la que ingleses y holandeses firmaron la conocida como Gran Alianza de La Haya fue por las dudas que tenían de que Francia y España se convirtieran en una única monarquía. Poco diplomático habría sido el embajador Castelledosrius pronunciando unas palabras como aquellas ¿Las pusieron en su boca interesadamente? ¿Las pronunció en un momento de exaltación?
Se atribuye al científico italiano Galileo Galilei, defensor de la teoría heliocéntrica del universo, la frase “Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve)” cuando fue condenado por la inquisición romana a desdecirse de su afirmación de que la Tierra se movía y giraba en torno al Sol. ¿Pronunció Galileo esa frase? Es poco probable –con la inquisición no eran recomendables los desahogos. En el caso de que así fuera, debió de hacerlo entre dientes, para que nadie más la oyera.
Muchas de las frases atribuidas a grandes personajes deben de ser apócrifas y se les atribuyen porque en su boca adquieren una relevancia mucho mayor y que define situaciones, circunstancias o momentos que revelan alguna de las realidades de la época. Encajan con el personaje y puesta en sus labios cobran un significado especial que no tendrían si nos hubiera dicho Felipe II, Luis XIV o Galileo Galilei.
(Publicada en ABC Córdoba el 6 de junio de 2020 en esta dirección)
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