Estamos en Navidad. Un tiempo del año que supone unas fechas muy señaladas. Para unos, porque son cristianos y celebran el nacimiento de Jesús, la natividad de Cristo. El nacimiento de un niño es siempre un tiempo entrañable. Si ese niño es Dios… Para quienes no son creyentes, pero forman parte de lo que hemos dado en llamar civilización occidental, no dejan de ser días que tienen algo de especial. Hay quienes los viven con nostalgia. Unas fechas en que se añoran de forma muy particular a los seres queridos que se han marchado. Tienen de especial el que es precisamente en estos días en que celebramos Navidad y no en otra época del año cuando se produce esa nostalgia, esa añoranza que, para muchos es tristeza. También están quienes los detestan de una manera particular, lo que al cabo y a la postre también los convierte en especiales, aunque por otras razones. Son aquellos que ven un exceso de religiosidad o falta de alegría en las celebraciones y su deseo es que pasen lo más rápidamente posible. Quieren que el tiempo discurra más deprisa que en otras épocas del año.
Navidad es un tiempo en que nos deseamos felicidad, cosa que no hacemos en otras épocas del año. «Feliz Navidad» es una expresión usual para estos días y durante años se ha manifestado ese deseo a quienes estaban lejos, a través de tarjetas decoradas con un motivo navideño, a las que denominábamos «christmas». Digo denominábamos porque están en trance de desaparición, al aplicarse en las felicitaciones las nuevas tecnologías. La Navidad es propicia a celebrarla con comidas en grupo. De un tiempo a esta parte son numerosas y copiosas, tanto que, a muchos, llegan a producirle hartazgo y, en no pocos casos, se produce una falta de fechas para poder acudir a tanta celebración. Para los niños, también para los mayores, es tiempo de regalos, costumbre de la que algunos reniegan, aunque he de admitir que en nuestra sociedad, pese a no haber salido de la crisis, hay quienes han convertido todo el año en tiempo de regalos.
En definitiva, por razones muy diferentes, son, como hemos señalado, días muy especiales. Por eso en la columna de hoy no encontrarán ninguna crítica a aquellas cuestiones que, a nuestro entender, debieran discurrir por un camino diferente al que transitan. Tampoco el análisis de ciertas situaciones que, en nuestra opinión, no son lo que se dice acertadas. Es tiempo de Navidad.
Un tiempo cuya celebración originaria, como la vive el mundo cristiano desde hace siglos -recuerden el cuento de Charles Dickens, escrito hace ciento setenta y cinco años y protagonizado por míster Scrooge-, está hoy muy desvirtuada, siendo muchos los que actualmente se sienten desligados de su sentido religioso. La forma de vivir estas fiestas, por parte de algunos, tendría más que ver con el origen anterior de esta celebración, las llamadas Saturnales que por estas fechas se celebraban en Roma desde finales del siglo III a. C. con regalos y comilonas en honor del dios Saturno. Se cuenta que surgieron para levantar los decaídos ánimos de los romanos, tras una grave derrota sufrida a manos de los cartagineses. Degeneraron en un ambiente de relajación moral y con el paso del tiempo, se convirtieron en el antecedente de los actuales carnavales.
Feliz Navidad a todos quienes me honran con la lectura de esta columna.
(Publicada en ABC Córdoba el 26 de diciembre de 2018 en esta dirección)