Don Modesto Lafuente fue una de las muchas personalidades de nuestro siglo XIX. Es conocido, principalmente, por su “Historia General de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII” en treinta volúmenes, pero que no estaba concluida cuando le sorprendió la muerte en 1866. La obra fue completada por el egabrense don Juan Valera y Alcalá-Galiano. Entre sus contemporáneos la fama al autor de esta monumental obra le llegó, sin embargo, por haber fundado un periódico satírico en lo referente a la política y las costumbres  de la época. Se titulaba “Fray Gerundio” en alusión al fray Gerundio de Campazas, conocido como “Zotes”, personaje creado por el padre Isla en el siglo XVIII para fustigar ciertas formas de oratoria, ligadas al culteranismo barroco. El objetivo del periódico era el progreso moral y material de la nación, a secas. Todavía no había surgido el borroso concepto de nación de naciones que ni su propio creador, el ínclito Pedro Sánchez, fue capaz de definir.

Siguiendo una tradición muy cervantina, una de las secciones de mayor popularidad del “Fray Gerundio” era lo que el director denominaba como capilladas. Se trataba de unos diálogos entre un clérigo culto, políticamente progresista, pero moderado en sus planteamientos, y Pelegrín Tirabeque, un lego poco ilustrado, conservador en política y extremista en sus planteamientos. El periódico, que había nacido en León, en 1837, muy pronto se trasladó a Madrid, dado su arrollador éxito y en palabras de su director para “provocar más de cerca”. Se publicaba los jueves en cuadernillos que tenían entre dieciséis y veinticuatro páginas y su vida se prolongaría hasta 1843, aunque tuvo una efímera segunda etapa en 1848.

La muerte de “Fray Gerundio” le sobrevino tras un encontronazo con el general Prim, por entonces miembro del Congreso de los Diputados, donde había pronunciadoun discurso en el que establecía una serie de comparaciones entre los sueldos de los capitanes generales con los de los obispos, que resultaba muy favorable a los segundos, algo que el diputado consideraba muy negativo.La crítica del hecho que se hizo en las páginas de “Fray Gerundio” llevó a que a Prim se le denominara como “Pringue”, algo que indignó al diputado-militar. Como era tiempo de duelos y desafíos, Prim retó a Lafuente y escogió padrinos -entre ellos se encontraba el escritor Espronceda-, pero este, que abominaba desde las páginas de “Fray Gerundio” de los duelos, no aceptó el envite. La consecuencia fue que cuando ambos coincidieron en algún lugar del Madrid de la época, el general la emprendió a bastonazos con el escritor. Pese a que le causó algunas heridas en la cabeza, la demanda de Lafuente no fue admitida por el juez. Ante lo que consideraba una indefensión, Lafuente dejó de publicar el “Fray Gerundio”. “El Cangrejo”, otro semanario de la época,recogió su muerte, dejándolo consignado con una ripiosa rima: Morirá cuanto nació/ todo se acaba y extingue./Ya “Fray Gerundio” acabó:/ se dio un hartazgo de pringue/ y el pobre fraile… espichó.

Eran otros tiempos. Había semanarios que buscaban el progreso moral y material de la nación. La gente resolvía las cuestiones, al considerar manchado su honor, batiéndose en duelo. Se reaccionaba a bastonazo limpio. En los juzgados no se admitía cualquier cosa a trámite. Se comparaban los sueldos de obispos y generales… Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Unas, sin duda para mejor. Otras… no lo tengo tan claro.

(Publicada en ABC Córdoba el 29 de julio de 2017 en esta dirección)

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