Se atribuye a Joseph Goebbels -una de las figuras más siniestras del pasado siglo- la frase: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”. Mucho de eso saben Puigdemont, Más, Junqueras, Turull o Forcadell. Llevan años encadenando mentiras sobre el pasado de Cataluña, lo que llamamos historia, como el dislate de que la Guerra de Sucesión, librada entre partidarios de la Casa de Austria y de los de la Casa de Borbón, fue una Guerra de Secesión. La Generalitat para escarnio de Clío auspició un “Congreso” en el 2014 sobre esa mentira. Han repetido, reiteradamente, que en una Cataluña independiente, la banca se daría codazos por establecerse en esa Cataluña y no huiría, despavorida, al quedarse en un limbo jurídico y sin el paraguas que supone el Banco Central Europeo. Lo mismo ocurriría con las empresas que harían cola para poder registrarse en ese paraíso que prometían. Cataluña seguiría perteneciendo a la Unión Europea con los todas las ventajas que ello supone. Ocultaron, ladinamente, que una independencia de Cataluña supondría un grave problema y se encontrarían, salvo algún caso excepcional y poco significativo, que les volverían la espalda. Repitieron hasta la saciedad que España les robaba, cuando en realidad era la propia Generalitat la que había organizado un sistema de robo normalizado en la administración, incluido el que tenía el título de Molt Honorable, que la justicia está, poco a poco, sacando a la luz.
Esa cadena de mentiras, repetidas una y otra vez, unido al adoctrinamiento que se ha llevado a cabo en las aulas, ha hecho que una parte no pequeña de la sociedad catalana haya entrado en una especie de ensoñación. Decía el burgalés Martin González de Cellorigo -uno de los arbitristas serios- en su “Memorial de la política necesaria y útil restauración y estados de ella, y desempeño universal de estos reinos”, que vio la luz en Valladolid, en 1600: “No parece sino que se han querido reducir estos reinos a una república de hombres encantados que vivan fuera del orden natural”. Es la misma idea que Cervantes desgranará a lo largo del Quijote. La expresará de forma magistral en el capítulo XLI de su segunda parte, al relatar la aventura de Clavileño. La respuesta del hidalgo, cuando Sancho, entusiasmado, describe la constelación de las Cabrillas, es: “Sancho pues vos queréis que os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más”.
Cataluña parece hoy una “república” de gentes encantadas que se han creído las mentiras que durante décadas se han ido destilando desde los poderes autonómicos en una ejercicio de deslealtad institucional pocas veces visto en la historia. Ahora, siguen mintiendo cuando sus principales dirigentes y quienes son víctimas de esa ensoñación hablan de presos políticos porque una juez, en el ejercicio de sus funciones, los manda a prisión acusados de graves delitos que en ningún otro país son tolerados. En esa ensoñación, aunque por razones diferentes, parece que está sumida la cúpula dirigente de Podemos con Pablo Iglesias a la cabeza, secundado por ese escudero que es Echenique, al hablar de presos políticos. Es una ensoñación, con componentes monetarios, que también les impide ver la abundancia de esa clase de presos en un régimen como el bolivariano.
(Publicada en ABC Córdoba el 28 de octubre de 2017 en esta dirección)