Hace unas semanas vi la última película de Steven Spielberg, “El puente de los espías”. En ella nos encontramos con una espléndida recreación de la América de finales de los años cincuenta o de los tensos momentos en que los soviéticos levantaban el muro de Berlín con el propósito de evitar que continuaran huyendo del paraíso comunista, ese que Pablo Iglesias quiere conquistar al asalto y vaya usted a saber adónde nos conduce. Muchos de los berlineses que habían tenido la desgracia de tener su residencia o lo que quedaba de ella en la zona de la ciudad que quedó bajo control de la URSS, deseaban huir de la dictadura del proletariado. Añadiré que la interpretación de Tom Hanks, representando al abogado especialista en seguros James B. Donovan, es sencillamente magistral.

Pero no es mi propósito señalar los valores de una película que, siendo de espías no es de acción -nada tiene que ver con la espectacularidad de los episodios de Jamen Bond-, pero mantiene el interés del espectador hasta las últimas imágenes. Quiero referirme a un momento en que el diálogo se presta a una profunda reflexión como la que deberían hacer algunos de los que han emprendido ciertas iniciativas que tienen como uno de sus elementos determinantes la falta de respecto a las leyes. Es, por ejemplo, el caso de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, quien en unas declaraciones pocas horas después de su toma de posesión señalaba que sólo estaba dispuesta a cumplir aquellas leyes que le pareciera conveniente. Sencillamente nos estaba diciendo -al menos se lo estaba diciendo a los barceloneses- que su criterio estaba por encima de la ley. No voy a entrar en los peligros que encierra una afirmación como esa ni en el perfil político de quien la sostiene. Pero añadiré que lo de Ada Colau no era una novedad en tierras catalanas, ya que Artur Mas, el defenestrado ex presidente de la Generalitat, no dejó de hacer burla de la ley en su mandato y quien ahora preside el Parlamento de Cataluña ha afirmado que no acatará decisiones del Tribunal Constitucional, si bien le faltó añadir que eso sería caso de que tales decisiones no encajasen en sus propósitos.

En un momento de “El puente de los espías” el abogado James B. Donovan (Tom Hanks) pregunta a un agente de la CIA apellidado Hoffman ( Scott Shepherd), cuando este afirma que le importa un bledo la Constitución, por sus orígenes familiares. Hoffman le responde que es alemán. Donovan señala entonces que sus antecedentes, tanto por parte de madre como de padre, son irlandeses y afirma a continuación que lo que a ambos los convierte en estadounidenses es el respeto a las reglas. Hoffman no podía saltarse la Constitución porque eso era lo que lo convertía en estadounidense.

Buena reflexión sobre el respeto a las reglas, es decir a las leyes que defiende Donovan porque es en virtud de ellas por lo que ocupan cargos que les permiten tomar importantes decisiones. Sin esas leyes dejarían de ser lo que son, institucionalmente hablado. También la ley es lo que permite a algunos ser españoles y, aunque manifiestan su rechazo a serlo, no renuncian a tener el DNI emitido por el Estado español, que se sustenta en las leyes que ellos están dispuestos a incumplir… siempre y cuando no coincida con sus planteamientos o simple y llanamente no convenga a sus intereses.

(Publicada en ABC Córdoba el 3 de febrero de 2016 en esta dirección)

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