El pasado pleno municipal comenzó de la forma en que debía hacerlo, con la solemnidad que requería tener un recuerdo para Amparo Pernichi, fallecida, lamentablemente, de forma prematura. Luego las cosas no discurrieron por la misma senda y no lo decimos porque se convirtiera en centro de atención y debate en el pleno un asunto sobre el que la corporación municipal no tiene competencias y supone gastar energías inútilmente.
La política, en gran medida es debate, pero hay demasiadas cosas pendientes que necesitan gestión para andar perdidos en cuestiones estériles. Nos referimos a las desacertadas declaraciones del ministro Garzón, uno de los fiascos más notables de la política española porque, más allá de coincidencias o diferencias ideológicas, apuntaba maneras que se han difuminado con el paso del tiempo.
Su cartera ministerial es un desgajo del ministerio de Agricultura, que es quien tiene las competencias en alimentación. El ministerio de Consumo es una entelequia que Sánchez necesitaba para rellenar con ministerios la cuota de gobierno de sus socios podemitas. Alberto Garzón tenía buen discurso, una imagen bien construida, pero el ministerio se lo ha tragado y hoy su figura, por mucho que sus correligionarios la defiendan, está seriamente deteriorada.
Fueron las declaraciones de Garzón a un medio extranjero sobre la mala calidad de la carne de cerdo que se produce en las macrogranjas españolas la que ha dado lugar a que se vieran en el pleno tres mociones -tres-, sobre los cerdos, la ganadería, las macrogranjas y el grave error del señor ministro y que, en un primer momento desde la parte socialista del gobierno, se dijo que tales declaraciones lo eran a título particular buscando desligarse de lo que era una metedura de pata.
Craso error, las declaraciones hechas por un ministro, nunca pueden ser a título particular. Un ministro nunca hace declaraciones a título particular cuando se le está entrevistando. Primero porque es ministro -no creo que al periodista de The Guardian le interesara una entrevista con un ciudadano llamado Garzón, si no fuera ministro de España- y segundo porque esas declaraciones se refieren a asuntos que, si dudosamente son de su competencia -lo ha dicho el ministro de Agricultura y Alimentación, Luis Planas-, están relacionados con el consumo.
Luego, tanto el PP como el PSOE dieron directrices. La fontanería de Moncloa decidió que no quedaba bien entre su electorado lo que podía interpretarse como una defensa de las macrogranjas y se dio marcha atrás. Añádase a ello que, si seguían zurrándole a Garzón, la pregunta era evidente ¿Por qué Sánchez no lo cesaba de inmediato? Eso llevaba a entrar en un asunto espinoso como es el ejercicio de sus competencias como presidente sobre la parte podemita de su gabinete.
Los fontaneros de Génova entendían que, con las declaraciones del ministro de Consumo, habían dado un buen mordisco y no estaban dispuesto a soltarlo. En resumen, en el pleno del ayuntamiento se trató de los cerdos desde diferentes perspectivas, se dijo que el alcalde se fotografiaba con una vaca por órdenes de arriba, salió a relucir la agenda 2030 y se arremetió contra un ministro que hace declaraciones a un medio extranjero que perjudican a un importante sector de nuestra economía. Un debate, como decía ABC, un tanto estéril.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 21 de enero de 2022 en esta dirección)