Es una evidencia que el Comité Federal del PSOE que llevó a la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general de los socialistas fue una verdadera batalla campal, según cuentan algunos de los que estuvieron allí. Incluso ha sido tildado de espectáculo bochornoso. A partir de ese momento, que muchos socialistas -arman menos ruido que quienes abominan de las consecuencias derivadas de lo acontecido entonces- consideraban necesario, dada la deriva por la que Sánchez conducía al partido, estamos asistiendo a una enconada resistencia de un grupo de diputados -incluidos los del PSC- a acatar la decisión de la gestora que se ha hecho cargo del PSOE. Es el frente del no al PP, siguiendo la estela marcada por Sánchez, quien iba de derrota en derrota electoral. Tan es así que avanzaba en la dirección de dejar en la simple irrelevancia política -no sería la primera vez que eso ocurre en el ámbito mediterráneo- al partido que más tiempo ha gobernado España desde el final de la dictadura.
Una característica que define a ese frente del no es que se trata de una agrupación de perdedores. Si Sánchez ha sido un perdedor nato -no es necesario insistir en sus derrotas electorales, fruto de su incapacidad y en parte por la herencia de Zapatero-, sus más fieles seguidores han cosechado resultados similares. Miguel Iceta en Cataluña ha dejado al PSC reducido a siete diputados en el Congreso cuando hace muy poco tiempo los socialistas catalanes casi triplicaban esa cifra. Otro tanto le ha ocurrido en las elecciones autonómicas donde han pasado de ser el partido más votado en 2003 a tener dieciséis diputados de un total de ciento treinta y cinco. Lo mismo puede decirse de otra “noista” recalcitrante: Idoia Mendía que en las elecciones autonómicas vascas ha cosechado el peor resultado de la historia para los socialistas en aquel territorio, dejando en nueve sus diputados cuando en una fecha tan próxima como 2009, tenían casi el triple: veinticinco.
Otro tanto ocurre con Francine Armengol, actual presidenta del gobierno de Baleares, que ha perdido casi un tercio de los apoyos -como Idoia Medieta- entre 2011 y 2015, pasando de tener diecinueve a catorce diputados. La misma cuenta puede hacerse para otros ilustres defensores del no que, sin gobernar, han visto como, en los últimos años, mermaban sus apoyos de forma considerable. Es el caso de Madrid donde su secretaria general, Sara Hernández, ha visto como los socialistas madrileños pasaban de tener un veintiséis a un diecinueve por ciento de apoyo en las urnas. Lo mismo le ocurre a César Luena, aunque se haya abstenido -cuyas declaraciones en los últimos días son una muestra de manual sobre cómo se daña a su propio partido-, hasta hace pocas fechas secretario de organización del PSOE y mano derecha de Sánchez. Luena, en su condición de secretario general de los socialistas de La Rioja, ha pasado de tener un voto popular del treinta y uno por ciento al veinticuatro. Estos son algunos de los más significados defensores del no.
Configuran un frente de perdedores para el que no hay paliativos, como no los hay para la deriva por la que Sánchez, el adalid de esa postura, ha conducido al PSOE y se empeña en “sostenella y no enmendalla”, que necesita recuperar lo antes posible sus señas de identidad, hoy desdibujadas. De lo contrario corre el riesgo de diluirse, acosado por el populismo podemita, cuya mayor aspiración es ver materializada esa posibilidad.
(Publicada en ABC Córdoba el 2 de noviembre de 2016 en esta dirección)