Una especie de Gordo de Navidad con tres premios, que van a llamar la Grossa de Cap d’Any (el Gordo de Fin de Año)
No nos referimos al apelativo popular de un personaje conocido en la zona nordeste de España al que le sobran las mantecas. El «Gordo» de Cataluña es la última de las grandes apuestas del gobierno de Artur Mas, urgido a conseguir recursos como sea, después del paso del tripartito por el gobierno de la Generalitat que dejó sus finanzas en un erial donde no crecen ni los matojos. A Artur Mas y a su consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell, que no les parece bien el déficit a la carta que ha ideado Montoro, castigando a los que el año pasado hicieron los deberes en el terreno del control del déficit público en sus respectivas comunidades, han decidido prorrogar los presupuestos del año pasado. Sin embargo, la realidad es tozuda y como necesitan dinero han recurrido a un sorteo de lotería. Una especie de Gordo de Navidad con tres premios, que van a llamar la Grossa de Cap d’Any (el Gordo de Fin de Año). No dejan de llamar la atención tanto la prórroga presupuestaria como el sorteo de lotería, pero a poco que se analicen se les encuentra cierta lógica.
La prórroga presupuestaria se explica porque Mas y sus correligionarios de CiU tienen un temor cerval al rechazo por parte de Esquerra Republicana a unos presupuestos que habrían de contemplar nuevos recortes. Si eso ocurriera estarían obligados a convocar elecciones, en unas circunstancias pésimas para ellos. Los republicanos tienen las encuestas de cara y en un horizonte electoral próximo alcanzarían lo que parece ser una victoria cantada, cuando hace muy poco tiempo estaban al borde de la marginalidad política. Oriol Junqueras se frota las manos mientras que Artur Mas sólo ve los negros nubarrones de un nuevo batacazo electoral para su formación política que completaría el cosechado con anterioridad. Por lo que se refiere a la lotería se explica en la necesidad de una búsqueda desesperada de recursos. A Mas y a Mas-Colell no les ha importado que fuera un Borbón, Carlos III, quien, recién llegado de Nápoles, introdujera la lotería en España. La pela es la pela. Tampoco que fueran las Cortes de Cádiz —expresión de la soberanía española en el difícil trance de la guerra de la Independencia— quienes la idearon en la forma en que la conocemos actualmente. Se habrán agarrado, digo yo, al deseo de aquellos padres de la patria de «aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes». Eso sólo fue una declaración de buenas intenciones, sin reparar en que el juego podía conducir a la ludopatía ni tampoco en que a un ministro se le ocurriera convertir en contribuyentes, con notable quebranto, a los tocados por la diosa fortuna. Los premios desde enero tributan con el veinte por ciento de su importe con la condición de que no sean calderilla.
Ignoramos si la Generalitat aplicará el doble diezmo con que el ministro Montoro ha grabado desde principios de año los premios de las loterías y apuestas del Estado. Lo que parece claro es que está desconcertada. Por un lado decide no tentar a la suerte con unos presupuestos que podrían no salir adelante y por otro la tienta con el «Gordo» de Cataluña.
(Publicada en ABC Córdoba el 17 de agosto de 2013 en esta dirección)