Estamos asistiendo a un espectáculo que no dudo en calificar de lamentable, a cuenta de la decisión del Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera de quitar una cruz de la fachada de una iglesia de la localidad, argumentándose de que la cruz fue colocada allí en 1938. Un pobre argumento porque la cruz, si en algún momento tuvo un simbolismo político, había desaparecido porque no la acompañaba ningún tipo de recordatorio. Era un símbolo cristiano, en la fachada de un templo cristiano.
Hechos como este apuntan a que está en crisis el espíritu de consenso, si quieren de reconciliación, que alumbró el final de la dictadura franquista y el paso a la democracia de la mano de quien fuera entonces el Jefe del Estado, Juan Carlos I, quien ha emborronado su biografía, pero no podemos olvidar cómo pilotó aquella transición de la que algunos abominan. Estamos en un tiempo en el que se han perdido los mimbres de los planteamientos que presidieron aquel momento y que dieron paso a los mejores años de nuestra historia, pese a que le fastidie a algunos.
La actitud de la alcaldesa de Aguilar de la Frontera tiene mucho de intransigencia, más allá de los planteamientos de lo que se sostiene en la Ley de Memoria Histórica, que tiene su parte de desmemoria y mucho de reescribir la historia en sentido contrario a como otros la escribieron en tiempos de pensamiento único. Tampoco la actitud del obispo de la diócesis, señalando que «los cristianos no son violentos, pero que toman nota», es la frase que cabe esperar de un pastor de la iglesia.
Estamos entrando en una espiral que, además de olvidar los principios que impregnaron la Transición, está calentando el ambiente y llevándonos a situaciones poco deseables. La crispación, a la que ayudan ciertas declaraciones de algunos políticos, a las que se añaden la que provoca la pandemia que nos afecta y cuyas consecuencias son particularmente graves, es cada vez mayor. Nuestra historia tiene más de un momento en que esa crispación no dejó de crecer hasta desembocar en tragedia. Es también la historia de otros pueblos de nuestro entorno, porque no somos distintos a los demás, aunque algunos se empeñen en que presentarnos como diferentes.
Lo ocurrido en Aguilar de la Frontera es una muestra más de esa crispación y una manifestación de la pérdida de un espíritu y unos principios que son necesarios recuperar cuanto antes para no seguir por la senda por la que algunos parecen estar empeñados en que transitemos.
(Publicada en ABC Córdoba el 23 de enero de 2021 en esta dirección)
Totalmente de acuerdo con este brillante artículo que ,modestamente, suscribo al cien por cien. Gracias, señor Calvo, por su escrito. Y gracias por la labor que lleva a cabo como historiador y como novelista.