En 1998 se planteó un Museo del Vino de Andalucía. La Junta no se lo tomó en serio. Diputación y Ayuntamiento toman ahora el relevo para recuperar el recinto.
EL castillo de Montilla es un monumento cargado de historia. Fue una de las fortalezas que salpicaban los dominios señoriales del tercio meridional del antiguo reino de Córdoba —sus límites, con ligeras variaciones, vienen a coincidir con los de nuestra actual provincia—, que se repartían diferentes ramas de un mismo linaje: los Fernández de Córdoba: condes de Cabra, marqueses de Priego y alcaides de los Donceles. Fue residencia principal de los señores de Aguilar. Se levantaba, a falta de mayores alturas, sobre un otero que dominaba las tierras de la campiña. Entre sus muros nació Gonzalo Fernández de Córdoba a quien, con el correr del tiempo, sus soldados aclamarían como el Gran Capitán.
Como muchos monumentos el castillo de Montilla ha pasado por numerosas vicisitudes. El edificio que hoy conocemos nada tiene que ver con la fortaleza medieval que fue destruida en 1508, cuando el rey Fernando el Católico, dispuesto a acabar con el poder político de la nobleza, se valió de un desacato a su autoridad para ordenar su derribo. Con su destrucción desaparecieron sus torres, bautizadas con nombres tan llamativos como Minerva, Diana, Centinela o Dorada y los lienzos de su muralla. Cuentan las crónicas que, durante los trabajos, se derrumbó inesperadamente un gran paño de muralla que acabó con la vida de cierto número de trabajadores. Enterado el Gran Capitán de lo que el rey había mandado do hacer con su casa natal, le escribió una carta, transida de dolor, donde expresaba su desacuerdo con la regia disposición. No sería éste el único desencuentro que hubo entre don Gonzalo y el monarca.
Durante más de dos siglos el castillo de Montilla fue un enorme solar donde, ya avanzado el siglo XVIII, don Nicolás Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli y marqués de Priego, dispuso que se construyeran allí unos inmensos graneros. Se labraron en piedra de sillería y con perfiles tan grandiosos que más que trojes parecían iglesia. Después vinieron etapas de abandono y el paso del tiempo dejó en la nueva construcción, cubierta a dos aguas, su huella. A punto de concluir la pasada centuria, en 1998, fue adquirido por el Ayuntamiento de Montilla con el propósito de convertirlo en Museo del Vino de Andalucía. En la Junta nunca se tomaron en serio aquel proyecto, sin importarles lo que hubiera supuesto para la promoción de los vinos de la zona, acogidos a la denominación de origen Montilla-Moriles. Han pasado los años sin que se materializase la idea y ahora, se anuncia, que puede convertirse en Centro de Interpretación del Vino. La Diputación cordobesa y el Ayuntamiento de la ciudad han dado un paso importante. Esperemos que la idea no vuelva a dormir el sueño de los justos. Sería conveniente que no se olvidara que allí nació Gonzalo Fernández de Córdoba una de las mayores glorias de nuestra milicia, ensalzado por sus propios enemigos como estratega invencible, reconocido por sus contemporáneos como creador de la infantería que puso punto final a las técnicas y formas de combate medieval, y admirado por su atractiva personalidad, que encajaba en los parámetros de los grandes hombres del Renacimiento.
El año próximo, 2015, se cumplen quinientos años de su muerte.
(Publicada en ABC Córdoba el 5 de febrero de 2014 en esta dirección)