Le está bien empleada la derrota a la UD Las Palmas por el actuar sin límites de algunos de sus seguidores.

EL efecto mariposa es un concepto que forma parte de la denominada teoría del caos, según el cual, en determinadas condiciones de una situación de caos, la más pequeña alteración, como la perturbación que provoca el aleteo de una mariposa, puede hacer que su efecto tenga consecuencias inesperadas e imprevisibles.

Un caos fue en lo que derivó el estadio de Las Palmas el pasado domingo cuando, ya en el tiempo de descuento, se disputaba el partido por el ascenso a la Primera División del fútbol español entre la U.D. Las Palmas y el Córdoba C.F. En ese momento, minuto noventa y uno y medio del partido, el equipo canario ganaba por un gol a cero y era, virtualmente, equipo de Primera División. Fue entonces cuando se produjo el caos al invadir el terreno de juego unos energúmenos para quienes las normas no existen e incluso hacen bandera del incumplimiento de la legalidad. Nada les importaba que el árbitro del partido no lo hubiera dado por finalizado. Ellos habían decidido que debía acabarse, tratando de convertir su indómita voluntad en la norma. El árbitro detuvo el juego y llamó al delegado de campo. Trató de calmar los ánimos y, después de algunos minutos de desorden, a duras penas logró que el partido se reanudase. Había que disputar el minuto y medio que quedaba. Entonces ocurrió lo inesperado. Al límite del tiempo el Córdoba marcaba un gol que empataba el partido y cambiaba el signo del encuentro. El equipo que subía a Primera División ya no era la U.D. Las Palmas sino el Córdoba C.F.

¿Influyó en el resultado el detener el partido? ¿Cambió algo en esos minutos de caos que llevó a los jugadores del Córdoba C.F. a conseguir el gol que les ha llevado al ascenso? ¿Hubieran logrado ese tanto de continuar el partido por su cauce normal? En definitiva, ¿se produjo el efecto mariposa? Jamás lo sabremos. Lo que sucedió fue que el Córdoba C.F. logró el tanto que le daba el ansiado ascenso de categoría y la U.D. Las Palmas seguirá un año más en Segunda División.

Pudimos ver el monumental enfado de los aficionados que habían permanecido en las gradas. Muchos pensaban que el desorden que habían provocado los energúmenos en el terreno de juego había influido en el resultado final y les recriminaban haber alterado la marcha del partido. Consideraban que su lamentable acción había producido una perturbación y dado un vuelco al feliz resultado que presumían. Pudimos ver discusiones y malos modos. Muchos de esos espectadores que habían permanecido en sus asientos los culpaban de la catástrofe deportiva que se había producido.

Resulta ocioso señalar la alegría que tuvo quien escribe estas líneas con el resultado logrado por el equipo que representa a nuestra ciudad en el último suspiro del encuentro. Era una alegría doble. Una por el éxito deportivo del Córdoba que, por una vez, lograba que el tramo final del partido no fuera un mal trago y se hacía con el ascenso a la Primera División. Otra porque si el incumplimiento de las normas, el actuar sin límites, el hacer lo que le viene en gana a quienes piensan que su deseo es la única pauta que guía sus actos, les estaba bien empleada la derrota.

(Publicada en ABC Córdoba el 25 de junio de 2014 en esta dirección)

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