Susana Díaz, al igual que el expresidente, llega a su cargo sin la menor experiencia laboral en terreno alguno.

LA nueva presidenta de la Junta de Andalucía, que acaba de ser elegida secretaria general de PSOE de Andalucía, tuvo en sus primeras intervenciones públicas clamorosos silencios y contundentes afirmaciones. Entre estas últimas, una de las que más llamó la atención, tanto dentro como fuera del PSOE, fue que se considerase discípula de Zapatero. Susana Díaz aprovechó la presencia del ex presidente del gobierno en su toma de posesión para hacer pública su filiación ideológica al zapaterismo sin importarle la presencia de Rubalcaba, al que ignoró olímpicamente, ni de Griñán, su mentor, quien en un desliz parlamentario le había soltado a la bancada de los populares andaluces: «Ustedes son peores» como respuesta a una crítica que estos habían hecho a Zapatero cuando era presidente del gobierno de España.

Esa manifestación de zapaterismo no carece de cierta lógica en su discurso y en ciertos detalles que la acompañan en los primeros compases de su andadura presidencial. Por el contrario, otros de sus planteamientos parecen desmentirlo. Algunos, pienso que inocentemente, han querido interpretar su declaración como una reivindicación de Zapatero ante las alturas orgánicas socialistas, que mantienen al ex presidente en el ostracismo y a quien Díaz ha dado protagonismo en el congreso de su elección como secretaria general. Tenemos un detalle, con mucha carga demagógica, en las pegatinas que muchas mujeres socialistas portaban el día de su votación presidencial en el parlamento y donde podía leerse: «Todas somos presidentas». La frase recuerda, en cierto modo, a la pronunciada por Zapatero afirmando que cualquiera podía ser presidente del gobierno. Así mismo, la biografía de Susana Díaz tiene importantes connotaciones con quien ha reconocido como su maestro. Ambos son licenciados en Derecho —a Díaz le costó muchos más años hacerse con la licenciatura— y ninguno de los dos ha ejercido laboralmente en el terreno de su formación académica. Ambos han llegado a la presidencia, bien de una comunidad autónoma bien del Estado, sin la menor experiencia laboral en terreno alguno. Toda su trayectoria está ligada a la actividad política. Zapatero y Díaz tienen otro elemento en común, su capacidad para eliminar contrincantes políticos entre las filas de los suyos, aunque hayan sido piezas fundamentales en su encumbramiento. Zapatero dejó sembrada de cadáveres políticos su trayectoria presidencial, ese es un rasgo que también acompaña, aunque con cabezas más modestas por el momento, el ascenso de Díaz.

Hay, pues, elementos que permiten establecer, políticamente hablando, ciertos paralelismos entre los dos. Por eso, no es de extrañar que en su proclamación Díaz se declarara discípula de Zapatero. Pero algunos de sus gestos parecen contradecir esa trayectoria: su reunión con Rajoy sobre cuestiones de Estado o su posición respecto al PSC al que Zapatero dio alas. Nos queda, pues, esperar y ver qué nos depara su gestión. Como todo cargo público, tiene su tiempo de aterrizaje. Ojala, por el bien de Andalucía y de los andaluces, se aleje de las concomitancias con Zapatero. Las ocurrencias del ex presidente que tan caras estamos pagando, el negar la evidencia de una realidad de crisis durante meses, el haberlo fiado todo a un talante que resultó nefasto serían una puntilla para Andalucía. Aunque esta tierra ha demostrado tener sobrada capacidad para aguantar lo que le echen.

(Publicada en ABC Córdoba el 27 de noviembre de 2013 en esta dirección)

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