La política lleva meses sin darnos tregua. Desde las elecciones municipales y autonómicas, que significaron una catástrofe electoral para el PSOE en general y para Sánchez en particular al perder buena parte de las comunidades autónomas que gobernaban y muchas de sus capitales más emblemáticas, no ha habido respiro. Las elecciones generales —en las anteriores Sánchez había sido el más votado y ahora quedaba relegado al segundo lugar— han marcado la vida política durante semanas porque el resultado fue endiablado. Se equivocaron las encuestas, incluso GAD3, que apuntaban una amplia ventaja del PP, que luego las urnas no confirmaron y daban por descontado un gobierno PP-VOX.

Núñez Feijóo decidió ir a la investidura —era lo lógico siendo el candidato del partido más votado— y así se lo encargó el jefe del Estado, aunque sus posibilidades de lograrla eran escasas. Hubo tanteos para conseguirlo, algunos fueron poco adecuados para los votantes populares. Llegado el debate de investidura hemos visto de todo, incluso algo tan inesperado como la actitud de Sánchez, que luego anda pidiendo respeto institucional. No quería hablar de la amnistía a los golpistas catalanes, que negaba hace soló dos meses. Necesitará más tiempo para hacer público que, una vez más, ha cambiado de opinión.

Quien fue su vocero, el defenestrado alcalde de Valladolid, Oscar Puente, atacó con dureza a Feijóo como le indicaron que hiciera y también mintió mucho como es costumbre en el entorno sanchista que le había preparado los papeles con lo que tenía que decir.

Ahora el jefe del Estado, fracasada la investidura de Feijóo, ha realizado nuevas consultas a los líderes de los partidos con representación parlamentaria. Algunos de ellos —los independentistas catalanes, Bildu y el BNG— no podrán ser consultados sobre su propósito. Con lo que Felipe IV no sabrá, oficialmente, cual es su postura de cara a un nuevo intento de investidura que protagonizaría Sánchez. El rey pudo saber que Feijóo contaba con 172 apoyos y le faltaban sólo cuatro para alcanzar la investidura presidencial.

Sánchez, informará al jefe del Estado que cuenta con sus 123 votos a los que se añadirían los 31 de Sumar y poco más, salvo que se fíe de lo que le diga Sánchez que, conociendo al personaje puede decirle cualquier cosa. Para Felipe VI la situación es un tanto peliaguda. Los que no van a acudir a las consultas del jefe del Estado ponen condiciones que tienen un encaje muy difícil en la Constitución. Piden amnistía para el golpe de Estado que protagonizaron hace ahora cinco años.

Sánchez negaba rotundamente, todos en el PSOE lo hacían, la concesión de una amnistía para los golpistas catalanes. Pero eso era cuando buscaba votos en la campaña electoral. Ahora todo apunta a que ha cambiado de opinión. Igual que cuando dijo que traería al fugado Puigdemont a España para rendir cuentas de sus delitos ante la justicia. Con la amnistía no habría cometido delito, no sería un delincuente, sino un maltratado por unas leyes injustas de un Estado injusto del que Pedro Sánchez pretende ser investido presidente. Aunque para lograrlo tenga que poner en cuestión todo nuestro sistema democrático. Ciertamente estamos viviendo días muy complicados.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 6 de octubre de 2023 en esta dirección)

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