Se nos marcha otro año y nos queda uno menos en el calendario, siempre incierto, de nuestra existencia. Como la memoria es frágil no está de más recordar algo de lo que ha sucedido en 2022, que ha sido pródigo en acontecimientos. Más allá de lo que haya deparado a cada cual, no presenta un balance que invite al optimismo. En febrero, el autócrata del Kremlin invadía Ucrania, pensando que su nuevo atropello le saldría tan gratis como en Crimea, pero la resistencia de los ucranianos y los recursos militares de la OTAN han convertido lo que presumía como un paseo militar en una guerra de desgaste, cuyo final no se vislumbra. Ha llevado el dolor a millones de familias: miles de muertos, desplazamientos de millones, ruina material…

Ha sido el año en que Sánchez, mintiendo sin pudor, ha dado a sus socios independentistas catalanes instrumentos jurídicos para intentar un nuevo referéndum con menos riesgos, eliminando la sedición, y reduciendo la malversación para quienes no se lucren de lo malversado, aunque lo hayan utilizado, por ejemplo, para buscar clientelismo político. Ha llevado la deuda pública a niveles preocupantes, llega al 135 por ciento del PIB -estaba por debajo de 100 cuando se hizo cargo del gobierno-, con su práctica de buscar votos con euros. Ayuso sigue siendo la bestia negra de los socialistas en particular y de la izquierda en general. El deterioro de la sanidad pública, que es una realidad en toda España, ha sido utilizado por sus adversarios como arma contra la presidenta madrileña. El Covid no marca nuestras vidas como en años anteriores, pero sigue siendo un serio problema y una grave amenaza a la vista de lo que está ocurriendo en China. No es una novedad que Tezanos siga tomándonos el pelo con los pronósticos -casi meras elucubraciones- que nos endilga a cuenta del CIS, cuyo prestigio está por los suelos.

En Andalucía hemos asistido a unos resultados electorales que, hace muy poco, parecían una fantasía. El PP ha ganado con mayoría absoluta. El turismo se ha recuperado y también la hostelería. Los precios se han disparado y, como ocurre en estas circunstancias, no son pocos quienes aprovechan la inflación para hacer negocio a cuenta de nuestros bolsillos. Las anunciadas dificultades, consecuencia de esa inflación desencadenada por el precio de la energía y de los combustibles, no parecen afectar, al menos por el momento, al bolsillo de muchos. Es difícil reservar mesa en un restaurante y las compras están desatadas. Veremos como encaramos 2023. Los pensionistas tendrán incrementadas sus pensiones en un 8,5 por ciento, gracias al dadivoso Sánchez, aunque dice que la inflación ha bajado a poco más del 6: hay previstas elecciones el año que viene.

En Córdoba no nos ha tocado la lotería, el Centro Logístico del Ejército sigue avanzando, aunque con lentitud -las cosas de palacio van despacio- y en el consistorio andan revueltas las aguas con algún edil investigado. El precio del aceite, Córdoba es gran productora y ello repercute mucho en la economía provincial, anda por las nubes. En fin, muchas cosas se quedan en el tintero, pero la columna no da para más. Feliz 2023 a quienes me honran con la lectura de ‘Desde Simblia’.

(Publicada en ABC Córdoba el viernes 30 de diciembre de 2022 en esta dirección)

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