En términos de empleo no ha sido bueno, pero ha sido el año donde los cordobeses han manifestado con contundencia su generosidad.
SE nos escurre ya entre los dedos un año que para muchos cordobeses ha sido un compendio de calamidades. El paro sigue siendo una lacra terrible. Los impuestos han hecho mella en muchos bolsillos —hasta quienes reciben un premio de lotería de cierta entidad han de pasar por caja— y han afectado al consumo. Los funcionarios vieron llegar a los Magos de Oriente con los bolsillos muy aligerados, como consecuencia de haberse quedado sin la paga de Navidad. Han cerrado empresas y negocios a un ritmo que sobrecoge. Han desaparecido o están a punto de hacerlo algunas empresas consideradas emblemáticas. Incluso una meteorología particularmente adversa en los últimos meses del año —las lluvias de estos quizá remedien algo— han causado daños muy graves en la agricultura y la ganadería que siguen siendo pilares fundamentales de la economía cordobesa. Todo invita, pues, a despedir un año que deja mal sabor de boca y la sensación de que ha sido el peor de esta larga crisis que apuntó en 2007, aunque entonces no se le hizo mucho caso y fue considerada, bastantes meses después, como una pequeña desaceleración en el crecimiento económico. La actitud de negar el turbión que nos amenazaba y sólo admitirlo cuando estábamos el borde del precipicio económico y con una buena parte del sistema bancario al borde de la quiebra, fue grave error. El año que se nos va no puede dejar de ser considerado como pésimo por todos quiénes han visto volatilizarse su empleo o, habiéndose quedado sin él con anterioridad, no encuentra uno nuevo. Por si todo eso no era suficiente las evidencias de que la corrupción ha manchado a partidos, sindicatos, gobernantes y llegado hasta lo más alto no ayuda a desdibujar un panorama desolador.
Sin embargo, 2013 ha sido también un año donde la generosidad de los cordobeses se ha manifestado con la mayor contundencia. Los bancos de alimentos han conseguido superar todas sus expectativas de recogida de comida para quienes más lo necesitan. Los comedores sociales han podido dar respuesta a las demandas de quienes acuden a ellos. La solidaridad familiar —esas redes de las que carecen los anglosajones y poseen los países Mediterráneos que ellos llaman despectivamente PIGS— ha funcionado.
Hay, además, indicios que, si bien no suponen mejoras concretas y palpables, se manifiestan con intensidad creciente. El Ayuntamiento de Córdoba disminuye su deuda y atiende los pagos a proveedores en la mitad de tiempo que lo hacía el año anterior. Muchos ayuntamientos de la provincia empiezan a salir del marasmo en que se encontraban hace muy poco tiempo. Las cifras de paro en Córdoba y provincia, han frenado su crecida a lo largo de 2013. Hay una percepción, sólo una percepción, de que algo se está moviendo. Estamos necesitados de ánimo y no debemos negar esas evidencias. Sería un lamentable error. Tan lamentable como el que cometieron los que no quisieron ver los indicios del turbión que se nos venía encima.
Con el deseo de que en 2014 lo que hoy es una percepción tome cuerpo en realidades concretas y el de que nuestras ilusiones también adquieran forma, demos la despedida a este 2013. Feliz 2014 a quienes son asiduos de esta columna.
(Publicada en ABC Córdoba el 28 de diciembre de 2013 en esta dirección)