Mas debe irse no sólo por haber situado a Cataluña en una encrucijada extraordinariamente peligrosa, sino por haber colocado en esa encrucijada a España. Su abandono de la política no es una posibilidad que debe barajar ante la grave derrota electoral sufrida -ha perdido cerca de la cuarta parte de los apoyos que recibió hace dos años, razón más que suficiente para hacer el petate-, sino que es un imperativo derivado  del daño que ha causado a Cataluña y al conjunto de España.

Más debe irse no sólo porque es un paradigma del fiasco -allá CiU con su exigencia de responsabilidades-, sino porque en su huida hacia adelante, como consecuencia de un órdago cuyas últimas consecuencias no fue capaz de calibrar, ha puesto demasiadas cosas en peligro. Un gobernante que, incapaz de hacer frente a sus responsabilidades como es el caso del señor Mas, se lanza por un despeñadero, no puede erigirse en el eje en torno al cual tiene que pivotar un gobierno. No puede porque supone un riesgo de tal magnitud que sólo la posibilidad de que pueda gobernar es ya un problema, no sólo para los propios catalanes sino para el conjunto de los españoles. Que Mas abandone la política no puede ser una posibilidad, sino que, conocidas las capacidades -en este caso incapacidades del personaje- tiene que ser una obligación. En momentos como los presentes Más es un riesgo que no se puede asumir. Las urnas han dado un respiro a la amenaza que representa, pero el peligro sigue existiendo. Su marcha es un imperativo electoral. Por el bien de los catalanes, a los que ha mentido sin escrúpulos, insultando a los que se sienten españoles en la búsqueda de unos votos que han llenado el granero de Esquerra Republicana, y también por el daño que ha hecho.

Mas debe irse a su casa. Cuanto antes mejor.

 

(Publicada en ABC Córdoba el 28 de noviembre de 2012 en esta dirección)

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