Un reciente estudio genético realizado por biólogos de las universidades de Santiago de Compostela y Oxford con depósitos de ADN del banco de la universidad Carlos III, efectuado sobre cerca de millar y medio de españoles, ha revelado algunos datos que no dejan de llamar la atención y ponen de relieve los numerosos tópicos que existen acerca de las características raciales de los españoles.
La versión tradicional, por ejemplo, señalaba la existencia de una preponderancia celta en Galicia, donde la presencia de árabes, sirios o bereberes históricamente fue muy escasa. Esa presencia de semitas y norteafricanos estaba vinculada a Andalucía se justificaba por cinco siglos en las tierras del valle del Guadalquivir, hasta que son conquistadas por Fernando III y que desaparece tras la rebelión mudéjar de 1264 que llevó a marcharse a gran parte de los musulmanes de aquellas tierras con destino al reino nazarí o al norte de África. Y casi ocho siglos para los musulmanes de la Andalucía Penibética, muchos de los cuales permanecieron en aquel territorio que los Reyes Católicos incorporaban a la corona de Castilla y continuaron hasta la expulsión de los moriscos entre 1609 y 1614.
Uno de los errores más extendidos ha sido provocado por la identificación de términos como musulmán y árabe o moro. El primero es de carácter religioso, mientras que los segundos se refieren a elementos geográficos o raciales. Hoy sabemos que la entrada en la península de árabes y sirios procedentes de oriente y bereberes norteafricanos no fue numerosa. Posiblemente no mucho más de veinte mil en la invasión de principios del siglo VIII y varias docenas de miles más con la llegada, principalmente, de almorávides y almohades, procedentes del norte de África. En el momento de la invasión del 711 la Hispania de los visigodos podía tener algo más de cuatro millones de habitantes. La inmensa mayoría hispanorromanos y unos doscientos mil visigodos, de raza germánica, a los que había que añadir grupos mucho más reducidos de suevos y alanos. Sin embargo en el siglo X, en la época del esplendor califal cordobés, la inmensa mayoría de la población era musulmana, pero sus antecedentes raciales eran hispanorromanos o germánicos.
Lo que ese estudio revela es que hay mucha más relación genética entre territorios situados en ejes que van de norte a sur, por ejemplo entre gentes de León y Sevilla, que de oeste a este, como sería el caso de un onubense y un almeriense. También señala que hay más elementos reciales norteafricanos en Galicia que en Andalucía, deshaciendo la creencia de que no sería así por la mayor proximidad del sur al Magreb. Lo que también ha revelado ese estudio es que hay dos terceras partes de genes en cualquier zona de España de procedencia francesa y que en las zonas occidentales de la península hay un diecisiete por ciento de procedencia irlandesa. También hay rasgos genéticos comunes a los italianos, siendo más importantes en el norte que en el sur. La única realidad genética que responde a las creencias tradicionales, según este estudio, es la del País Vasco que presenta distintivos genéticos propios y que responde a las características de las regiones aisladas genéticamente.
La genética da sorpresas a las creencias tradicionales como una Galicia mora, pero también subraya algunas de ellas como la riqueza racial andaluza y la singularidad vasca, fruto de un aislacionismo, aunque sin mayor calidad como pretendía Arzallus.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de mayo de 2018 en esta dirección)