Lo que no ha variado de Córdoba ha sido su monumentalidad. También se mantienen actitudes disfrazadas de senequismo.

Han transcurrido cuarenta y dos años desde que el Córdoba CF descendió de la Primera División del fútbol español. Fue tras una década, los años sesenta, que constituyó, con algún altibajo su época más gloriosa. Fue el tiempo de los Reina, Simonet, Mingorance, Miralles, Costa, Del Bosque… El largo periplo del Córdoba, alejado de la élite de nuestro fútbol y con caídas a Segunda B incluidas, se iniciaba en 1972. Hoy, cuando el retorno a la Primera División es una realidad nos parece interesante echar la vista atrás y acercarnos a la Córdoba de hace cuarenta y dos años. Una Córdoba que en muchos aspectos tiene poco que ver con la que hoy conocemos; si bien en otros ha permanecido casi invariable.

La Córdoba de 1972 tenía una población muy inferior a la de hoy. El censo de la ciudad (1970) arrojaba la cifra de 235.632 habitantes, pero estaba creciendo de forma espectacular, principalmente, con la llegada de cordobeses del medio rural. Diez años más tarde eran 284.737 las personas censadas y hoy suman 328.841. Barrios como Ciudad Jardín, que por aquellos años algunos denominaban jocosamente como el «barrio del Avecrem» o el Parque Figueroa estaban en plena expansión. Aquel año de 1972 la ciudad asistía al nacimiento de su Universidad -con anterioridad sólo existían la Facultad de Veterinaria y la Escuela de Ingenieros Agrónomos- que llevaba varios años en embrión, como una especie de delegación de la Universidad Hispalense. Eran años en los que muchos de sus profesores venían desde Sevilla para impartir docencia con unos horarios que hoy resultarían algo más que llamativos: todas las horas lectivas de la semana correspondientes a una asignatura eran impartidas en una sola sesión.

Había por entonces dos cajas de Ahorros, la que se denominaba Monte de Piedad del Señor Medina, fundación del cabildo catedralicio cordobés y la Provincial de Ahorros, surgida de la mano de la Diputación. El negocio bancario de entonces era… muy diferente al de hoy. También había dos puentes sobre el Guadalquivir, el romano, con sus dos mil años de historia a cuestas, y el de San Rafael, construido apenas veinte años antes. Hasta entrado el siglo XXI no aparecerían los de Andalucía, Miraflores, Ibn Firnás o del Arenal. La estación de ferrocarril y las vías férreas eran como una costura en el corazón de la ciudad. Llegaban trenes que necesitaban muchas más horas —las cuatro horas y media del talgo a Madrid eran el máximo exponente de la modernidad de entonces— para hacer los trayectos. Nada que ver con los tiempos del AVE que empezaba a funcionar en 1991 y soterraba las vías permitiendo la construcción del moderno Vial Norte. Por aquellos años se inauguraba Galerías Preciados en el emplazamiento del antiguo coso de los Tejares, derribado en 1965. El Córdoba de 1972 jugaba en el viejo Arcángel del que el actual estadio es su heredero, conservando el nombre y levantado a poca distancia de donde se alzaba aquel.

Lo que no ha variado ha sido su monumentalidad —aunque algunos conventos y casas señoriales cayeron víctimas del furor urbanístico— que llevó a la Unesco a declarar Patrimonio de la Humanidad gran parte de su casco histórico en 1994. También se mantienen ciertas actitudes disfrazadas de senequismo.

(Publicada en ABC Córdoba el 28 de junio de 2014 en esta dirección)

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