Al PSOE le crujen las cuadernas, como a los viejos barcos de madera en medio de una tormenta. La imagen que ofrece un partido axial en nuestra democracia es cada vez más parecida a la de un buque a la deriva. Al espectáculo de la salida de Sánchez Castejón de la secretaría general en un comité que tuvo aires de tumulto se suma la realidad con que se enfrenta la gestora socialista está resultado verdaderamente problemática. Los restos del sanchismo parecen empecinados en amargarle la vida al asturiano Javier Fernández y sus compañeros de travesía. Si hace sólo unas semanas, los socialistas catalanes le creaban un problema con la rebelión de los siete diputados que tienen en el Congreso -sin duda su actitud animó a otros diputados a hacer lo mismo- ahora son los socialistas vascos quienes plantean un nuevo problema. Si el PSC desoyó el acuerdo del comité federal para abstenerse en la investidura de Rajoy, ahora los dirigentes del PSE se descuelgan con un acuerdo de gobierno con los nacionalistas de PNV del que en la gestora no tenía la menor idea. Ni  siquiera tenía conocimiento de que se estaban celebrando conversaciones con los nacionalistas.

En la gestora socialista toca disimular el berrinche, poner cara de circunstancias y señalar las bondades de una acuerdo en el que no tienen claro si lo que los socialistas vascos han acordado con el PNV afecta al modelo de Estado en España o hayan admitido la denominada “agenda vasca”, que no es más que el itinerario para separarse de España, aunque dudamos mucho que con los conciertos económicos que tienen con el Estado se les vaya a ocurrir marcharse. El hecho de haberse puesto a negociar y cerrar un acuerdo de espaldas a la gestora es extremadamente grave. Su presidente, preguntado por un periodista, acerca de las negociaciones para cerrar ese acuerdo en el País Vasco, tuvo la gallardía de admitir que no tenía información sobre el asunto. La única noticia era lo que había leído en el periódico. Esa situación revela no sólo una falta de relación entre la gestora y las federaciones territoriales socialistas -al menos las que están controladas por partidarios del secretario general defenestrado-, también un desprecio por la gestora que resulta alarmante y señala la gravedad de las heridas abiertas en el partido socialista.

Según los estatutos del PSOE, los acuerdos de gobierno con otras formaciones políticas han de ser aprobados por el Comité Federal del partido. Es cierto que hasta ahora dichas aprobaciones -por lo general ratificaciones-, habían sido poco más que un trámite, pero las conversaciones y los acuerdos se celebraban con pleno conocimiento de la dirección socialista y todo era fluido. No es ahora el caso. El pacto de los socialistas vascos y el PNV se ha firmado sin que la gestora tuviera, prácticamente, conocimiento y sin haber pasado, aunque fuera una simple formalidad, por el comité federal. La cuestión no es un asunto menor porque revela el valor que les merece el órgano, entre congresos, más importante  del partido al que pertenecen. Otro lío monumental al que desde la gestora están tratando de ponerle arreglo cuando, por causa de las sanciones a los denominados diputados díscolos, las heridas de otro incumplimiento del Comité Federal no se han cerrado.

Lo dicho en el PSOE están crujiendo las cuadernas y lo que podemos ver es que ese barco marcha casi a la deriva. Mala cosa.

(Publicada en ABC Córdoba el 26 de noviembre de 2016 en esta dirección)

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