Hará falta mucha sensatez de la que reclama Ambrosio para gobernar una ciudad en minoría.

El guión del pleno de toma de posesión de la corporación y de elección de alcaldesa, en este caso, se resolvió con el resultado esperado, pero no se atuvo al guión previsto inicialmente. Según éste, se suponía que iba a configurarse un gobierno sobre la base de siete ediles del PSOE, cuatro de Ganemos Córdoba y otros cuatro de Izquierda Unida. La suma arroja un total de quince, que son la mayoría absoluta. Sin embargo, el tripartito se quedó en bipartito al quedarse Ganemos fuera del gobierno —cosas de las decisiones asamblearias—, cuando todo estaba prácticamente cerrado en la mesa de negociación. Blázquez y los suyos se limitaron en el pleno a votar la investidura de Isabel Ambrosio para convertirse en una oposición, según ellos vigilante, para que se cumpla lo acordado en las negociaciones del fenecido tripartito.

Como señalaba Javier Tafur el pasado domingo en estas páginas, Ambrosio es la segunda alcaldesa del PSOE que tiene Córdoba, aunque se trata de la primera que responde a la legalidad de unas siglas porque lo de Rosa Aguilar resultó ser una extraña amalgama. Respondía oficialmente a unas siglas, pero en la práctica resultó ser un troyano metido en las filas de IU y que cambió de camisa, sin avisar… de la noche a la mañana. Ambrosio es persona seria, no tiene las aristas que acompañan a otros compañeros de siglas y su apelación a la sensatez esperamos que sea mucho más que una declaración que era obligado hacer en el acto de toma de posesión. Pero dicho esto, la pregunta que surge de inmediato es: ¿La seriedad de la que doy fe, la disposición al diálogo —me resisto a utilizar el vocablo talante machacado por Zapatero— y su llamada a la sensatez serán suficientes para llevar a buen puerto la gobernabilidad de Córdoba?

En vísperas, es decir la noche antes, de que se celebrase el pleno de constitución, las negociaciones entre socialistas y comunistas se dieron por rotas. Izquierda Unida, fiel a sus comportamientos, actuaba con el dogmatismo que define sus posiciones. El diálogo sólo se recompuso con un reparto de delegaciones y de parcelas de gestión que ha primado de forma más que notable a los comunistas. En cierto modo es lógico, ellos han posibilitado que Ambrosio empuñe la vara y los socialistas habían de pagar el peaje que ello conllevaba. Pero lo significativo del caso es su actitud, que podíamos verla reflejada en la portada de ABC del domingo a través de las caras de los ediles de Izquierda Unida: serios, casi cariacontecidos, al tiempo que sus socios de gobierno aplaudían a la alcaldesa justo cuando sostenía, con cierta delicadeza, la vara que es el símbolo de su autoridad.

Hará falta mucha sensatez de la que Ambrosio reclama para gobernar la ciudad. Las asambleas de las que depende Ganemos Córdoba —cada cual es responsable de sus planteamientos— pueden ser un campo de minas que pueden estallar en cualquier momento y que cara a la gobernabilidad de la ciudad pueden conducir a situaciones muy complicadas. El dogmatismo, que es marca de identidad del comunismo, puede llevar a situaciones muy difíciles. Mariscal, que sabe mucho de sumas y restas, lo dejó muy claro al decir que cuatro más cuatro son más que siete y… ahora las matemáticas son implacables. La minoría en que se encuentra Ambrosio puede dar lugar a que Córdoba, que ya tiene alcaldesa, resulte muy complicada de gobernar.

(Publicada en ABC Córdoba el 17 de junio de 2015 en esta dirección)

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