Los nuevos dirigentes, sin un programa de gestión, acaban dando palos de ciego para dar la imagen de que todo se renueva.

Se trata de algo muy personal. Suelo asociar la palabra «contumaz» con «hereje». La asociación de palabras es propia de nuestra mente y ocurre que unas nos hacen pensar en otras. En mi caso, probablemente, se trata de haber releído en varias ocasiones la obra «Autos de fe y causas de la Inquisición de Córdoba», de Rafael Gracia Boix. En ella nos señala con frecuencia que muchos de los penitenciados, acusados de herejía, eran contumaces, es decir porfiados y tenaces en mantenerse en el error. No es mi propósito, referirme a herejes, sino a la persistencia en los errores que parece acompañar con más frecuencia de la deseable a la gestión de lo público.

Cuando en septiembre de 1868 en la bahía de Cádiz se inició lo que se conoció después como la «revolución de septiembre», había un amplio consenso acerca de que Isabel II debía ser destronada. Coincidían un nutrido grupo de espadones, entre los que se encontraban Prin, Serrano, Caballero de Rodas o Topete, líderes del partido progresista, casi sin excepciones, el ala más avanzada de los moderados, republicanos de todos los pelajes y hasta su cuñado, el duque de Montpensier, que puso los dineros para dar el necesario sustento a la revolución. El grito fue: «¡Abajo los Borbones!». Conseguido el objetivo, surgieron problemas porque no había repuesto. No había un programa al que amoldarse y así en España se escribió, durante los años siguientes, una las páginas más inestables de nuestra Historia. En seis años, los que van de 1868 a 1874, hubo un gobierno provisional presidido por Serrano, el ensayo de una nueva dinastía —la de Saboya—, la proclamación de la I República —duró once meses y desfilaron cuatro presidentes de gobierno— y otro gobierno provisional que volvió a presidir Serrano, hasta que se materializó la restauración de los Borbones.

Algunos de los nuevos dirigentes municipales —en muchos casos son la suma de casi todos para quitar de en medio a los que gobernaban antes— parecen carecer de un programa de gobierno con el que llevar adelante su gestión y andan dando palos de ciego que, fundamentalmente, consisten en echarle el freno y parar los proyectos y las iniciativas puestas en marcha por los anteriores gobernantes. A veces cercenando expectativas y ahogando posibilidades. Para dar la impresión de que la actividad no cesa y todo se renueva, hay quien se dedica a bajar bustos de pedestales, descolgar cuadros de las paredes, retirar crucifijos de las vitrinas y todo ello utilizando los argumentos más peregrinos. Hay para todos los gustos. Tenemos casos en Barcelona, Jerez de la Frontera, Córdoba o Cádiz. En este último ayuntamiento, su alcalde para dar sensación de actividad convoca un pleno en agosto, cosa que no se había hecho durante los años de su antecesora en el cargo, pero pide a los portavoces municipales que sea un pleno liviano, sin muchas iniciativas que para algo estamos en vacaciones. No es nuevo esto que estamos viendo. Otros lo hicieron antes. Terminada la guerra civil, en 1939, los vencedores arramblaron con cualquier signo que recordara que había habido una república y se frenaron, entre otras, importantes iniciativas educativas puestas en marcha.

Parecía que habíamos aprendido la lección y vivimos los años de la llamada Transición que algunos parecen empeñados en borrar. Esa es la contumacia en el error histórico que parece acompañarnos como una maldición ancestral.

(Publicada en ABC Córdoba el 12 de agosto de 2015 en esta dirección)

One Response to Contumancia en el error | JoséCalvoPoyato
  1. La ineptitud de los acomplejados es la causa de esa contumancia, lo mismo ocurre con los que quieren hacer desaparecer nuestras siglas más andalucistas PA cuando no han podido incluir en el proyecto andalucista a toda la sociedad andaluza.D. Jose ayudemos a antonio Ruiz a refundar el andalucismo ya q otros no pudieron hundirlo.un saludo andalucista.


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