Pese a las declaraciones de que se trata de una demostración de democracia interna llevada hasta sus últimas consecuencias, que ha sido lo que los podemitas trataron de vender durante mucho tiempo, la que tienen organizada en Podemos es de órdago a la grande. La lucha entre los partidarios de Íñigo Errejón  -el becario que cobraba sin cumplir sus obligaciones- y Pablo Iglesias –el asesor del régimen chavista que ha convertido a Venezuela en el segundo país más peligrosos del mundo- por hacerse con el poder en Podemos es a muerte. Las declaraciones con que nos siguen obsequiando, como la carta pidiendo perdón de Iglesias -algunos lo llaman postureo- o las declaraciones de Echenique -el que tenía su servicio doméstico sin dar de alta en el sistema de la Seguridad Social-, no es más que mercadotecnia política en la que son verdaderos expertos. Lo cierto y verdad es que se siguen abriendo en canal, eliminando  a quienes pueden, como ha ocurrido, después de publicar Iglesias su carta de perdón, con la defenestración del portavoz de Podemos, declarado errejonista en la Asamblea de Madrid.

No se trata de algo nuevo. Es la forma en que se ha desenvuelto siempre la política partidaria. Son las maneras que imperan en la política desde tiempo inmemorial. Podríamos remontarnos a ejemplos de los grandes imperios del mundo antiguo, pero señalaremos, pese a ser muy conocida, una anécdota mucho más próxima a nuestro tiempo. Es atribuida a Winston Churchill y  se cuenta con pequeñas variantes, pero su intencionalidad es la misma. Al comienzo de una legislatura en el parlamento británico, un joven diputado, que tomaba asiento junto a Sir Winston, le dijo: “Señor, es un honor para mí estar sentado a su lado teniendo enfrente a nuestros enemigos”. Obviamente, el joven diputado se refería a la bancada laborista. El experimentado político -ya había sido primer ministro de Su Graciosa Majestad en tiempos verdaderamente convulsos-, le respondió: “No se equivoque joven, ahí, enfrente, están nuestros adversarios. Los enemigos los tenemos aquí, junto a nosotros”.

Lo que sí resulta una novedad es que todo ello sucede en una formación que abomina de las formas utilizadas por los viejos partidos, esos a los que denominaban como la casta hasta hace poco -ahora ya no lo hacen porque sería lo mismo que tirar piedras contra su propio tejado- y que, según afirmaban tiempo ha, venían a sustituir, pero no hacen ascos a cerrar acuerdos con ellos si eso les permite tocar poder. Todo lo que afirmaban hace sólo unos meses es hoy agua de borrajas. Se definían como la nueva forma de hacer política y blasonaban de venir a acabar con los viejos estilos a los que denostaban porque se consideraban diferentes. Pero no lo eran. Iban a apoderarse del cielo al asalto, aprovechando la gravedad de una crisis que ha generado un malestar extraordinario, pero el número de indignados no ha sido suficiente para llevar a cabo sus planes. Eso les ha hecho adoptar las formas de la vieja política. Ninguna novedad, pues, en este año que acabamos de estrenar y que ya veremos que nos depara en el transcurso de las semanas, aunque sí sabemos que las tesis de los podemitas parecen alejarse cada vez más de lo que pregonaban. Por esa parte, nada nuevo bajo el sol que calienta con intensidad creciente la vieja Piel de Toro.

(Publicada en ABC Córdoba el 14 de enero de 2016 en esta dirección)

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