No son para tirar cohetes las cifras de parados en Córdoba. El número de desempleados en la provincia —al menos según los datos de quienes demandan empleo en las oficinas del Servicio Andaluz de Empleo— es de 84.846, casi la mitad de ellos, 40.173, en la capital. Esas cifras nos sitúan en los niveles de hace cinco años, cuando ya estábamos inmersos de pleno en la crisis, aunque los peores registros del paro en Córdoba se vivieron en 2013. Esas cifras se encuentran muy lejos de la situación que se vivía en los momentos previos a la crisis. Los parados de hoy casi duplican a los de entonces que se situaban en los 48.000 desempleados.
Córdoba, en materia de empleo se ha movido, en líneas generales, como el conjunto de España. Con la diferencia respecto a las zonas más desarrolladas de que, al carecer de una base industrial, sus ciclos estacionales vienen marcados por la agricultura, fundamentalmente la recogida de la aceituna y, en menor medida, la vendimia. Eso proporciona descensos puntuales en el otoño, cuando en el conjunto del país la tendencia suele ser al alza. También influye que el empleo debido al crecimiento de las actividades relacionadas con el turismo —ABC apuntaba días atrás que más de la mitad del descenso de parados en el último año se debía al empleo generado por los servicios— marca una temporalidad diferente. Siendo Córdoba una provincia de interior, el atractivo de sol y playa propio de los meses de verano —tiempo de ocio por antonomasia— no existe por estas latitudes. Más bien al contrario, a la falta de playas se añade que la terrible canícula cordobesa no ejerce mucho atractivopara que acudan a visitarnos en esas fechas.
Pero la realidad laboral de Córdoba, como la de toda Andalucía, con ligeras variantes, es que sus cifras de paro casi duplican la tasa del conjunto de España. Casi la duplican sean cuales sean las circunstancias —momentos de bonanza o situaciones críticas— económicas que se viven. Sufrimos un desempleo estructural que los gobiernos de la Junta, después de tres décadas, se han mostrado incapaces de modificar. Desde San Telmo se ha apostado por la subvención a la que, en muchos casos, se ha dado un uso fraudulento porque en muchos casos se han utilizado para comprar voluntades, favorecer a conmilitones o establecer redes de clientelismo.
Cierto que es mejor sumar unos miles de empleados más respecto al mes anterior y que la tendencia de una serie de meses indique perspectivas positivas, que encontrarnos acumulando más y más parados. Pero no podemos reconfortarnos con las migajas laborales que esa realidad nos señala y tampoco agarrarnos a unas estadísticas que, para el caso concreto de Córdoba, se mueven en unos parámetros lamentables. Si las cifras de paro no levantan el escándalo que debieran es porque estamos tan acostumbrados a ellas que las asumimos como una realidad inherente al mundo laboral cordobés. Pero una sociedad que tiene un tercio de su población activa desempleada y que en los mejores momentos tiene serias dificultades para bajarla del veinte por ciento es una sociedad con problemas estructurales gravísimos que, aunque apenas lo percibamos, se manifiesta en muchos más aspectos de la vida de lo que podamos imaginar. Mientras tanto para algunos el gran problema es la titularidad de un inmueble que sus dueños poseen pacíficamente desde hace casi ocho siglos.
(Publicada en ABC Córdoba el 13 de julio de 2016 en esta dirección)