Sin embargo los castigos públicos han cobrado una dimensión en nuestro tiempo que puede resultar tan salvaje como la aplicación de penas corporales en medio de la plaza, como las decapitaciones, los ahorcamientos o los agarrotamientos. Me refiero al castigo mediático que genera la condena pública a que se ven sometidos quienes han de comparecer ante un tribunal, desde el momento en que son imputados. Han de soportar las injurias, los improperios, los insultos y toda una amplia gama de manifestaciones de violencia verbal con que son agredidos. Su origen se encuentra en el juicio previo al que se ven sometidos por los llamados tertulianos -algunos son serios, pero otros son una de las pestes de nuestro tiempo fomentada por las cadenas de televisión– y que no desmerecen de salvajismo de las ejecuciones públicas de antaño, aunque efectuadas de forma más solapada e hipócrita. Su actuación es el germen de la presencia de masas enfebrecidas y acaloradas, azuzadas en gran medida por los susodichos tertulianos, que se concentran en la puerta de los juzgados. En ocasiones son necesarios verdaderos despliegues policiales para evitar que la violencia verbal se transforme en física y hasta se llegue a la agresión física de personas imputadas que podrían resultar inocentes.
En Córdoba hemos vivido casos de linchamiento moral y de agresiones verbales a imputados y también a sus familiares, de juicios mediáticos por quienes no tienen ni fundamentos ni preparación para enjuiciar con lo que faltan a la decencia. Hemos asistido a condenas sociales previas a la actuación judicial en casos que están en la mente de todos. Se trata de verdaderas ejecuciones públicas, mucho más salvajes que las de antaño porque no hay una sentencia condenatoria sino sólo el estado de opinión creado por unos desalmados que opinan de todo sin conocimiento de causa y por unas gentes que se irrogan el papel de justicieros al estilo de las películas del lejano oeste. Un lejano oeste donde hoy alguna autoridad, como el alcalde de Medora, en Dakota del Norte, propone aberraciones como la de llevar a cabo falsas ejecuciones públicas… ¡para atraer turistas!
Aquí todavía no hemos llegado a eso, pero por el camino que vamos parece que es cuestión de tiempo que lo proponga algún tertuliano iluminado para diversión del paisanaje.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de febrero de 2013 en esta dirección)