Asistimos en la España de hoy a un debate en torno al derecho de libertad de expresión que algunos manifiestan en acosos -la mayoría los llama «escraches»- que sufren, casi exclusivamente, los políticos del Partido Popular y sus familias a la puerta de sus domicilios particulares. Estamos asistiendo también a las declaraciones del director de una compañía de cómicos -entiéndase en la acepción actores de una compañía de teatro- que han actuado en un escenario de Córdoba en las que, según reseñaba ABC días atrás, se refería a los políticos como: «Seres asquerosos y horribles» y añadía: «Siento odio visceral por ellos y se merecen que los odiemos. Algún día los sacaremos del Congreso y los colgaremos».

En algunos textos de historia puede leerse como, en todos los tiempos, los demagogos han halagado las más bajas pasiones de la sociedad y alentado sus más bajos instintos. En múltiples ocasiones se desató la violencia física, tras excitaciones verbales como la de este director de teatro, llamado Ricardo Campelo, que pide sacar a los políticos del Congreso y colgarlos a todos. Pide colgarlos a todos, supongo que incluidos a los que elaboraron la constitución que a él le permite decir que son «seres asquerosos y horribles». También a los que programan actividades culturales que le permiten a él dirigir una representación escénica y aguantan con dignidad sus ofensas.

Estos días me pregunto ¿dónde están los límites? ¿Se está conculcando la presunción de inocencia o el derecho a la intimidad al invocarse otros derechos? ¿Qué pueden estar pensando los miles de personas decentes que ejercen un cargo público cuando hay quien los considera seres asquerosos y horribles, y apuesta por colgarlos? ¿Hasta dónde se están exacerbando las pasiones de una sociedad crispada por muchas razones y suficientes motivos para estarlo? Hoy me pregunto, ¿hasta dónde este director de una compañía de cómicos, que se llama Ricardo Campelo, en uso de la libertad de expresión, no está incitando a la violencia? Quiero pensar que, al decir lo que dijo en su condición de director de unos cómicos, sólo representaba un papelón y que hizo apología del odio para dárselas de crítico.

(publicada en ABC Córdoba el 17 de abril de 2013 en esta dirección)

 

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