El Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, que ahora se llama C3A, después de haberlo denominado como C4 —¡qué manía con la denominaciones esotéricas!— durante los largos años de espera que se han vivido para que pudiera ser inaugurado, tiene todas las trazas de venirle largo a sus gestores, al menos por el momento. Iba a ser el motor —según dijo Susana Díaz cuando visitó Córdoba para una inauguración a bombo y platillo— que serviría para exportar arte más allá de nuestras fronteras. No era una declaración menor. Lo que la presidenta de la Junta de Andalucía afirmaba, en pocas palabras, era toda una declaración de intenciones. El Centro iba a proyectar la creatividad de los modernos artistas andaluces a ámbitos internacionales. Lo visto hasta el momento apunta, sin embargo, a que tales declaraciones eran simple farfolla, palabra malsonante que significa cosa de mucha apariencia y poca realidad. Pura rimbombancia que era lo que requería el momento.
Habrá quien opine que ni siquiera ha transcurrido un mes desde su inauguración y apenas ha habido tiempo para iniciativas, al menos de cierto calado. Cierto, pero lo que suele hacerse con inauguraciones de esta entidad es preparar alguna muestra o actividad que sea digna del evento, tales como una gran exposición y/o un gran programa de actividades que resulten atractivas para el público. Era lo que requería la inauguración del pasado mes, pero no tuvo ni lo uno ni lo otro. Todo se quedó en palabrería.
Aunque resulte increíble, tras una espera que se ha prolongado por espacio de cuatro largos años, en la inauguración ha habido mucho de improvisación. Al visitante no le resulta fácil sacudirse la impresión de que la fecha de inauguración se ha forzado para hacerla realidad antes de que terminara 2016. Era consecuencia de unas declaraciones de Rosa Aguilar que, en su condición de consejera de Cultura, se comprometía a que las instalaciones quedaran inauguradas antes de que concluyera el año. Ha cumplido, pero de qué forma…
El gigantesco edificio ubicado junto al meandro del Guadalquivir ofrece a sus visitantes en estas fechas es poco más que un llamativo vacío en medio de la inmensidad que para nada explica ni una espera tan larga ni justifica una inversión de treinta millones de euros que equivalen a la friolera de casi cinco mil millones de las antiguas pesetas. La realidad es que la inauguración y el estreno del centro han supuesto un grandísimo fiasco desde el punto de vista artístico. Lo que en estos días, propicios para las visitas a museos o monumentos por su carácter festivo, tenemos allí no va mucho más allá de la posibilidad de ejercitarse en el karaoke bajo una fórmula más moderna que permite el reconocimiento de la voz, practicar con los videojuegos o vivir una realidad virtual que permite viajar a Marte. Quizá era esto a la que se refería lo presidenta de Junta cuando aludía a la proyección más allá de nuestras fronteras.
Si esto es una muestra de lo que va a ser la creación contemporánea andaluza que se va a impulsar desde el centro, mal lo tienen los creadores andaluces por mucha parafernalia que se utilice y Susana Díaz haga declaraciones que carecen de sentido. Esperemos que todo esto no sea más que una programación improvisada como consecuencia de una lamentable inauguración que se hizo esperar… cuatro largos años.
(Publicada en ABC Córdoba el 11 de enero de 2017 en esta dirección)