El título de la columna no es el de una canción del músico irlandés de grupo de rock U2, Paul David Hewson, conocido por Bono, quien, además de cantante de reconocida fama internacional, es un activista comprometido en la lucha -no son sólo declaraciones- contra la pobreza en África y aboga por que se condone la deuda externa a estos países. El Bono al que nos referimos es al ex político español que ocupó la presidencia de la Comunidad Castellano-Manchega, la del Congreso de los Diputados y fue ministro de Defensa donde recibió la cartera de Federico Trillo, al constituirse el primer gobierno de Rodríguez Zapatero. Es una alusión a un hecho relacionado con su paso por dicho ministerio, recogida en el libro de memorias que, publicado por Planeta bajo el título de Les voy a contar y que constituyó un sonoro fracaso editorial. El libro lo dedicó a la memoria de las sesenta y dos víctimas del accidente del Yakolev que se estrelló el 26 de mayo del 2003 cuando regresaban de Afganistán.
Las memorias fueron siempre el testimonio que dejaban grandes hombres sobre los hechos que protagonizaron o fueron testigos de excepción, según su particular punto de vista. Fueron un género con mucho atractivo para el público. Hoy cualquiera es bueno -¡imagínense que hasta me lo han propuesto a mí!- para lanzarse a publicar unas memorias y ello ha hecho que pierdan buena parte del encanto que otrora tuvieron. Solían sacar los llamados secretos del armario, permitían conocer sabrosas anécdotas y puntos de vista sobre asuntos acerca de los que esas personalidades no se habían pronunciado en público. Por ejemplo, para acercarse a interesantísimos aspectos de nuestra historia decimonónica tenemos las Memorias de D. Antonio Alcalá Galiano, hijo del marino egabrense, Dionisio Alcalá Galiano, que murió combatiendo en Trafalgar mandando el Bahama, y tío de don Juan Valera y Alcalá Galiano. Fueron publicadas por su hijo ya que don Antonio murió prácticamente sobre la mesa del Consejo de Ministros, víctima de un infarto cerebral.
Lo malo es que en muchas de las memorias de las que ahora están viendo la luz en España más que revelarnos entresijos de los asuntos públicos o sabrosas anécdotas, se miente y se hace descaradamente. Todo apunta a que es lo que ha ocurrido con algo de lo que Bono cuenta en sus memorias. Dice en ellas que, apenas había tomado posesión de la cartera del ministerio del que era titular, tuvo que forzar un armario en una dependencia del Estado Mayor de la Defensa para hacerse con la voluminosa documentación relativa al accidente del Yakolev porque no se la entregaban. Ha sido desmentido por un militar quien afirma que le abrió el armario. Añade que observó cómo el ministro se abalanzaba literalmente sobre la documentación y se la llevaba. Sin duda es más novelesca la negativa a que se le entregue la documentación y el forzamiento del armario, que abrirlo con la llave. Como también lo es el que se llevara esos documentos consigo, según declaraba en una entrevista periodística. No encuentro explicación a eso tratándose de documentos oficiales.
No es de extrañar que la actual titular del ministerio de Defensa le reclame la devolución de esos papeles y tampoco, al conocerse estos avatares, la indignación de los familiares de los soldados españoles que perdieron su vida en unas circunstancias lamentablemente mal esclarecidas.
(Publicada en ABC Córdoba el 1 de febrero de 2017 en esta dirección)