En vísperas de este 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) quiero recordar a Beatriz Enríquez de Arana. Es poco lo que sabemos de esta cordobesa que vivió en las décadas finales del siglo XV y primeros años del XVI. Conservamos memoria de su nombre por haber sido amante de Cristóbal Colón, durante el tiempo en que, quien sería descubridor de lo que hoy conocemos como América, vivió en Córdoba. Beatriz fue una mujer importante en la vida de Colón por el apoyo que le prestó en momentos muy difíciles para el navegante que, por aquel entonces, ejercía de vendedor de libros y tenía serias dificultades para mantener a su hijo Diego, fruto de su matrimonio con doña Felipa Moniz de Perestrello, hija del gobernador de la portuguesa isla de Porto Santo. Una referencia de la época nos dice que se cubría con una capa raída porque no podía permitirse comprar una nueva.
Lo que sabemos de Beatriz es que nació en Santa María de Trassierra en el seno de una familia, posiblemente con antecedentes conversos -un estigma para la época-, que tenía un honesto pasar. Algunas referencias insisten en que eran gente pobre. No nos lo parece. No tenían alcurnia, pero sus padres, que murieron pronto, dejándola huérfana, poseían un par de viñas, un lagar, unas casas de su propiedad y una huerta. La Beatriz huérfana hubo de trasladarse a Córdoba viviendo primero con una tía, Mayor Enríquez de Arana, y después con su tío Rodrigo Enríquez de Arana. La tuvieron a su cuidado y le dieron cierta educación que llevó incluido aprender a leer y algo de escribir.
Es posible que Colón y Beatriz se conocieran a través de su tío que trabó amistad con el navegante, ya que ambos frecuentaban la tertulia que se celebraba en la rebotica de la farmacia de Luciano de Esbarroya, boticario de ascendencia genovesa afincado en Córdoba, que se encontraba junto a la conocida como Puerta de Hierro, abierta en el muro que por entonces separaba la ciudad en los barrios la Medina y la Axarquía, cerca del convento dominico de San Pablo. Mantuvieron una relación sentimental de la que nació el segundo de los hijos de Colón, al que bautizaron con el nombre de Hernando. Sería un reconocido bibliófilo que llegó a tener una de las más importantes bibliotecas particulares de su época -unos quince mil ejemplares- y cuyos restos son hoy conocidos como Biblioteca Colombina, depositada en el archivo de la catedral hispalense.
Colón nunca contrajo matrimonio con Beatriz quien siempre se mostró con él solícita y abnegada, como cuando se hizo cargo no sólo de su hijo Hernando, sino también del pequeño Diego, al partir Colón al frente de la flotilla que cruzó el Atlántico y descubriría el nuevo continente.
El descubridor estuvo mucho más interesado en contraer unas segundas nupcias con una mujer de alcurnia. Después de su regreso de las Indias, apenas prestó atención a Beatriz, la mujer que había sido su soporte en los difíciles años previos al descubrimiento. Tampoco Hernando Colón hizo aprecio de su madre, a la que jamás mencionó en sus escritos. Debió influir el carácter de plebeya de Beatriz y sobre todo la sospecha de que tuviera orígenes conversos.
Rafael Romero de Torres en un cuadro, pintado en 1892, nos dejó una elocuente imagen: Colón parece huir de Beatriz a la que encuentra a la salida de la Mezquita. Como si le pesaran los años compartidos con ella.
(Publicada en ABC Córdoba el 7 de marzo de 2020 en esta dirección)
Imagen: Wikipedia. Colon saliendo de la mezquita de Córdoba de Rafael Romero Torres.