Con diferencias de un 15 por ciento en el precio de llenar el depósito, hay quien habla aún de que los márgenes son pequeños.

MÁS allá de lo que ha venido a llamarse efecto cohete y efecto pluma, para explicar, a partir de la ley de la oferta y la demanda, la rápida subida del precio y la lentitud en las bajadas de un determinado artículo, la caída del precio del petróleo en la segunda mitad del año que se nos acaba ha sido espectacular. El precio del barril de «brent» (nombre del crudo que abastece los mercados europeos) cuesta hoy casi la mitad que a mediados de junio, cuando cotizaba a 115 dólares. Los efectos han sido numerosos y variados, creando dificultades a economías como la rusa o la venezolana, amenazando con una deflación en los precios o aliviando la factura energética de compradores como España.

Pero nuestro propósito es comentar algo más cercano a los ciudadanos: esa caída del precio del petróleo no se ha visto acompañada de una caída del precio de las gasolinas y los gasóleos en proporción correspondiente. El precio del crudo ha caído casi un cincuenta por ciento y la gasolina, hasta el momento, sólo un veinte por ciento. Es cierto que en el precio de los combustibles influyen otros factores y los impuestos no son una cifra despreciable en el precio final que pagamos al llenar el depósito de nuestro automóvil. Pero los impuestos en España son inferiores a los de la mayoría de los países europeos, mientras que los españoles pagamos una de las gasolinas —impuestos excluidos— más caras de Europa.

Los representantes de los dueños de las estaciones de servicio, para explicar lo inexplicable, aducían hace poco que el margen con que trabajan es muy escaso y que las bajadas de precio han de moverse en márgenes muy pequeños. No parecen declaraciones muy fiables, a tenor del reportaje que ABC ofrecía a sus lectores este pasado lunes sobre los precios de gasolinas y gasóleos en las estaciones de servicio en Córdoba y su provincia. Indicaba precios en gasolineras concretas y señalaba que la diferencia de llenar el depósito de nuestro automóvil entre una estación de servicio y otra podía significar 10 euros, una cantidad que supone en torno a un quince por ciento.

¿Con diferencias de un quince por ciento se puede hablar de márgenes tan pequeños…?

La impresión que produce esta situación, pese a la importante bajada de los precios, más allá del efecto pluma, del negocio añadido de subir los precios los viernes, aprovechando que comienza el fin de semana, y bajarlos los lunes que es cuando se informa de ellos a la Comisión Europea o de «vendernos» que las compras de la gasolina que se suministra hoy se efectuaron semanas antes, con precios más elevados —cuestión que no se plantea cuando sube el precio del crudo y repercute inmediatamente en nuestros bolsillos—, es que la bajada de la gasolina no responde a la del crudo. La libertad de mercado que rige en la Unión Europea no puede ser excusa para que nuestros bolsillos paguen el pato en un sector importante en las economías familiares. El Gobierno dispone de mecanismos para impedirlo y debe actuar. Cuando suba el petróleo, el precio de la gasolina lo hará como un cohete.

Como esta noche es Nochebuena, cierro la columna deseándoles una feliz Navidad.

(Publicada en ABC Córdoba el 24 de diciembre de 2014 en esta dirección)

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