Las elecciones europeas han supuesto una sacudida, pero el trasfondo es menor de lo que a primera vista puede parecer.

LAS elecciones celebradas el domingo han dejado algunos mensajes que, más allá de las interpretaciones que cada cual quiera hacer —la de María Dolores de Cospedal la noche electoral resultaba patética insistiendo en que el PP había ganado las elecciones—, deberían servir de aviso a los partidos hegemónicos en la democracia española.

El primero, después de que esos partidos —PP y PSOE— no hayan alcanzado el cincuenta por ciento de los votos depositados por quienes acudimos a las urnas, es que intentar tapar las propias corrupciones y sólo pedir justicia para las del contrincante tiene un coste, aunque el PSOE haya ganado en Andalucía con un notable margen de diferencia sobre los populares y estos lo hayan hecho en sus feudos tradicionales, incluida la comunidad valenciana. No alcanzar el cincuenta por ciento de los sufragios emitidos para quienes han acaparado el voto de los ciudadanos a lo largo de las tres últimas décadas es un mensaje claro y contundente. Se trata de un aviso sobre el final del bipartidismo. Con notable precipitación hay quienes entonan un gorigori como si asistiésemos a su entierro. Lo hacen porque conviene a sus intereses políticos y electorales. Pero el aviso es claro y sus consecuencias pueden barruntarse si no ponen coto a los desmanes entre sus propias filas.

El segundo de los mensajes deriva directamente del primero. Se ha producido una fragmentación del voto que ha dado entrada a numerosas siglas en el Parlamento Europeo. Esa fragmentación, trasladada a otros predios electorales, llevaría a la necesidad de componer gobiernos de amplio espectro con la inestabilidad correspondiente y España no es Italia en lo que a componendas políticas se refiere. Sin embargo, lo ocurrido el domingo es sólo un aviso. Esa fragmentación quedaría muy disminuida cuando la circunscripción electoral no sea el conjunto de España, sino provincias concretas. Muchos de los votos obtenidos por Podemos, Ciutadans, UPyD e incluso Izquierda Unida no alcanzarían el mínimo para obtener un acta de diputado. Pero es otro aviso.

El tercero de los mensajes está referido a Córdoba. Mientras en la capital el PP ha salido vencedor, pero dejándose muchos electores en el camino, en las localidades más importantes de la provincia el PSOE ha resultado la fuerza más votada. En Córdoba, Nieto sabe que para seguir siendo alcalde no puede alejarse de la mayoría absoluta y, si eso ocurre, tendría que valerse del apoyo que le llegara de UCOR o de una potencial entrada de UPyD en el Ayuntamiento. La pérdida de votos es un aviso serio. En localidades como Lucena, Puente Genil, Cabra, Priego, Montilla, Pozoblanco… el triunfo del PSOE es otro aviso. No debe olvidarse que algunos regidores llegaron a la alcaldía subidos en lo que en mayo de 2011 era una ola que el viento movía a favor del PP. Esa ola está claro que ha perdido vigor. Cierto es que las elecciones municipales tienen unos componentes muy diferentes a las del pasado domingo. Pero no deja de ser un aviso para quienes quieran tenerlo en cuenta.

Las elecciones europeas han supuesto una sacudida, pero el trasfondo es menor de lo que a primera vista puede parecer. Lo que queda claro es el toque de atención lanzado por los electores.

(Publicada en ABC Córdoba el 28 de mayo de 2014 en esta dirección)

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