La expresión coloquial “átenme esa mosca por el rabo” suele utilizarse para poner de manifiesto o incluso ponderar que alguien está diciendo disparates o sostiene algún dislate con la pretensión de que sea aceptado como algo sesudo y meditado. Algo de eso -atar moscas por el rabo- parece que hay en las afirmaciones de la mayor parte de los líderes de los partidos, tras los comicios del 26 de junio. Los resultados señalaron victoria electoral de los populares que ampliaban su diferencia con las otras formaciones políticas, especialmente con el PSOE de Pedro Sánchez, al que aventajaron en más de medio centenar de escaños.
Cualificados dirigentes socialistas, desde las filas de Ciudadanos y desde los dos grupos de independentistas catalanes, los convergentes y los republicanos de Esquerra -los podemitas, hasta la presente, continúan en el estado de shock en que quedaron la noche electoral- se repite una especie de mantra que tiene dos ingredientes fundamentales. El primero, rechazar la posibilidad de que se vaya a unas terceras elecciones, que son consideradas como una catástrofe. Resulta evidente que, tras dos intentos, nadie quiere aparecer ante la opinión pública como responsable de tener que acudir una tercera vez a las urnas. Si se llegase a esa situación y se pudiese señalar un culpable, la factura que le pasarían en las urnas sería muy gravosa. El segundo, votar no a la investidura de Rajoy. Esta afirmación se hace sin matizaciones, tanto por parte de socialistas como de Ciudadanos e independentistas. Lo de no investir a Rajoy está tan marcado en el código genético de los podemitas que, pese al shock, señalan su rechazo más radical.
Así las cosas, somos muchos los que quedamos perplejos ante el hecho de que se sostengan -cuestiones de detalle aparte- estas dos afirmaciones. Si Rajoy acude a la investidura, obligado como cabeza del partido más votado con mucha diferencia sobre el siguiente, y recibe esa rociada de “noes”, anunciada de forma tan contundente, no habrá forma humana de colocarle la púrpura gubernamental. Todo esto, que es lo que se dice hasta el momento presente, tiene poco sentido, salvo que se pretenda investir al principal de los perdedores, es decir a Sánchez como líder del mayor grupo parlamentario perdedor, al haber llevado al PSOE a la marca de 85 diputados. Pero esta opción, como quiera que Ciudadanos se muestra incompatible con las formaciones nacionalistas, presenta no pocos problemas y limitan las posibilidades de que Sánchez haga una intentona, que ha sido sutilmente señalada por alguno de sus barones. Su intento sólo tomaría cuerpo pactando con los podemitas y los independentistas catalanes y contando, al menos, con la abstención de los vascos del PNV. Ese panorama abriría las carnes de algunos barones socialistas, incluso de más de uno de los que gallean con el no a Rajoy.
No me dirán que las afirmaciones no tienen mucho de disparatado e incongruente. A día de hoy resulta algo más que complicado entender cuál es el juego de los dirigentes de las principales formaciones políticas españolas en cuyas manos está investir un presidente de gobierno. Las elecciones del pasado día 26 despejaron algo el panorama, pero parece que para algunos no fue suficiente. Todos se han enterado de que unas terceras elecciones no son recomendables, pero parece que no están por poner los medios necesarios para evitarlas.
¡Que alguien me ate esa mosca por el rabo!
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de julio de 2016 en esta dirección)