Díaz y Moreno Bonilla comparten, además de su designación a dedo, que no se les conoce profesión fuera de la política.

EL dedo que marca la pauta no cesa, como el rayo que atormentaba sin descanso los amores sin respuesta que nos contaba Miguel Hernández. El dedo marca la pauta, no porque lo diga Esperanza Aguirre, sino porque ha sido así desde los siglos anteriores a nuestra era. Lo utilizó el mismísimo Dios que no dictó a Moisés en el monte Sinaí los mandamientos de su Ley, sino que los escribió con su propio dedo. También los catalanes han echado mano al dedo y se acogen una leyenda —con escaso fundamento histórico—, para explicar el origen de las cuatro barras rojas de la bandera del Principado, señalando que fueron los dedos de Wifredo el Velloso, conde de Barcelona, quien marcó con su propia sangre el escudo dorado que tenía como enseña. Otro dedo sublime fue el de Aznar, cuando desde la presidencia del Partido Popular, marcó el destino político de Rajoy. Recientemente nos hemos encontrado con que ha sido el dedo de Rubalcaba quien ha señalado a Elena Valenciano como la cabeza de lista de los socialistas de cara a las elecciones que se avecinan para la renovación del Parlamento Europeo.

También en Andalucía ha funcionado el poder de lo digital. Después de largos meses de dimes y diretes, de reuniones, de lanzamiento de los llamados «globos sonda», de movimientos estratégicos, de calculados equilibrios, de desmentidos, de visitas, y toda clase de declaraciones y contradeclaraciones, que han hecho un flaquísimo favor a las expectativas electorales de los Populares por estos pagos, ha sido el dedo de Rajoy el que finalmente ha actuado y ¿resuelto? el embrollo en que el PP se había ido metiendo a lo largo de muchos meses. Ahora celebran un congreso extraordinario. Una pantomima para darle apariencia de validez democrática al dedazo. Exactamente igual que hizo el PSOE, hace unos meses, a la hora proceder al relevo de Griñán por Susana Díaz. Un congreso en el que sólo había una candidata y en el que a quienes se atrevieron a plantarle cara hasta les negaron el pan y la sal. Entre las filas del PP no ha habido nadie que plante cara por lo que se presume que la elección será por aclamación, pese a que Moreno Bonilla, el designado, parece tener el techo de cristal como revela su curriculum personal que sufre extrañas mutaciones cada vez que lo presenta con motivo de una nueva legislatura en el Congreso de los Diputados, en cuyos escaños tiene asiento desde el año 2000.

La semejanza con Susana Díaz no se circunscribe sólo a la importancia del factor digital en su proceso de encumbramiento. También hay otra semejanza notable. A ninguno de los dos se les conoce actividad profesional alguna fuera de la política en su recorrido vital. Pero no es nuestro propósito entrar en el análisis de concomitancias y divergencias entre ambos, tiempo habrá. Sino poner de manifiesto que el poder del dedo sigue siendo omnímodo. Tanto que, en cuestión de horas, eran nueve mil los firmantes en apoyo de la candidatura de Moreno Bonilla. En tan poco tiempo habían aparecido en el panorama político andaluz una nueva especie: los morenobonillistas, que habían surgido como las setas después de las primeras lluvias de otoño.

(Publicada en ABC Córdoba el 1 de marzo de 2014 en esta dirección)

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