Algún amable lector podrá pensar, con toda razón, que el título de la columna es una especie de oxímoron, al existir una contradicción entre sus propios términos. Aprobar suspendiendo no debería responder a una realidad lógica porque no es posible aprobar si se suspende, como tampoco lo es suspender habiendo aprobado. Pero esa contradicción ha tomado forma en nuestros días en que es posible esa contradicción.

Es un dislate, uno más de los que viene acompañando desde hace varias décadas a la normativa por la que se rige un sistema educativo literalmente zarandeado por la legislación de las LODES, las LOES, las LOGSES o las LOMCES que han puesto patas arribas la enseñanza en nuestro país con consecuencias muy negativas como la que podemos comprobar. Hoy un alumno puede alcanzar los estadios de la denominada educación superior con graves lagunas en importantes áreas de conocimiento y no nos referimos a materias como el latín o la filosofía que, despreciadas en los diseños curriculares, han quedado convertidas en poco menos que conocimientos esotéricos al alcance de muy pocos y que sólo poseen algunos iniciados que ante la sociedad proyectan una imagen de extraños especímenes que pertenecen a otra época. Ha quedado muy atrás en el tiempo la expresión de… “ese sabe latín” como referencia a una cultura excelsa. Hoy el latín ni siquiera es cosa de curas.

La última barrabasada con que nos encontramos es que, pese a las reticencias formuladas por la Comisión Permanente del Consejo del Estado, se ha dado luz verde al Real Decreto del Ministerio de Educación en virtud del cual se puede obtener el título de la Educación Secundaria Obligatoria -algo que se puede comparar, desde luego en modo alguno en cuanto a nivel de conocimientos, al antiguo bachillerato elemental, el que se culminaba después de superar una reválida tan denostada en nuestro tiempo-, pese a tener dos asignaturas suspensas, siempre y cuando no se trate de Matemáticas y Lenguaje. Puede obtenerse el título suspendiendo, por ejemplo, Matemáticas  y Ciencias Sociales -antiguamente Geografía e Historia- o Lenguaje y Educación Física. Incluso puede obtenerse el mencionado título sin haber alcanzado una nota media de cinco. Esa circunstancia es una cuestión menor. Porque la limitación de conocimientos, incluida la no superación del nivel mínimo exigible permitirá seguir viendo programas como los que constituyen la parrilla básica de ciertas cadenas de televisión y que suponen un adormecimiento colectivo de conciencias y la inexistencia de un mínimo espíritu crítico.

Pese a los recursos materiales que, en algunos casos, fueron verdaderos dispendios como el protagonizado por la Junta de Andalucía con la entrega de ordenadores a los alumnos en el programa Escuela 2.0, que apenas fueron usados y hubo casos en que los padres ofrecieron vender piezas de ellos por determinadas sumas, el fracaso escolar es una de las realidades de nuestro sistema educativo. Un fracaso que no va a solucionarse con esta verdadera boutade que significa aprobar suspendiendo. Se maquillarán cifras, pero no lograremos poner fin a una situación que requiere mucho más acuerdo político y social, y que pasa por devolver el prestigio a un profesorado cada vez menos reconocido, escasamente motivado y donde no vamos a silenciarlo está llegando a un modelo de profesor que sólo busca una solución económica a su vida sin tener en cuenta mayores consideraciones.

Nada de ello va a solucionarse con el hecho de obtenerse un título sin estar aprobado.

(Publicada en ABC Córdoba el 10 de junio de 2017 en esta dirección)

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