Cualquier ciudadano tiene derecho en España a comprarse la casa o cualquier otro bien con tal de que lo pueda pagar. Es algo que está en los genes de una sociedad libre e insertada en los esquemas del sistema económico capitalista. Esto no se parece en nada a la admirada y defendida, por Pablo Iglesias o Irene Montero, Venezuela de Nicolás Maduro. Tampoco con los paraísos que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas instauró en Rusia y gran parte de la zona oriental de Europa. Un paraíso del que todo el que podía salía corriendo y huía. Por eso levantaron un muro en Berlín y disparaban a todo el que se arriesgaba a saltarlo.
En esa España de la que Pablo Iglesias e Irene Montero afirman que las condiciones materiales en que viven una gran parte de los españoles es lamentable, uno se puede comprar una vivienda y pagarla con una hipoteca de mil seiscientos euros al mes -a razón de ochocientos euros por barba- durante treinta años. Un tiempo que para muchas personas supone una gran parte de su vida laboral. El sistema capitalista está dotado de unas instituciones que facilitan crédito, llamadas bancos, que si tienes los fundamentos económicos suficientes como para acreditar el pago de mil seiscientos euros todos los meses, te prestan hasta más de medio millón de euros sin ninguna clase de problemas si uno quiere comprarse una casa de seiscientos mil euros.
Pablo Iglesias e Irene Montero, en el ejercicio de ese derecho que ampara a los ciudadanos en las sociedades libres han decidido comprarse una casa de seiscientos mil euros porque quieren -Montero dixit- que sus hijos vivan con una preservada intimidad y, por lo que cuesta esa vivienda, en una excelentes condiciones materiales que no están ni mucho menos al alcance de la mayoría de la gente porque ni tienen esa suma ni la posibilidad de que una entidad de crédito les admita un préstamo hipotecario de más de medio millón que se pagará a razón de mil seiscientos euros mensuales durante treinta años.
También tienen derecho a criticar, porque se trata de una práctica habitual en las sociedades libres, el que otra persona se compre una vivienda de seiscientos mil euros, como hicieron cuando el exministro de Economía, Luis de Guindos se la compró por ese precio. Se preguntaron entonces si se entregaría la política económica del país a quien se gasta seiscientos mil euros en una vivienda de lujo. Curiosamente se trata de la misma cantidad que ellos han gastado en comprar su vivienda, que también es de lujo cuando cuenta con una parcela de dos mil trescientos metros cuadros y tiene piscina, jardín y casa de invitados. Eso no es vivir en un piso humilde de Vallecas, como prometía Iglesias cuando criticaba lo que hacían otros a quienes consideraba de la “casta” -expresión que curiosamente ha desaparecido de su vocabulario- y ahora el práctica. Por si todo eso no fuera suficiente para desacreditarles, hablan de “destrucción reputacional”, un término que se me antoja más propio de la verborrea que utiliza el venezolano Maduro, viejo conocido de Iglesias.
Iglesias y Montero tienen todo el derecho a conseguir lo que niegan a otros y no pueden quejarse de ataque a su reputación porque algunos de los ataques más duros, muchos verdaderamente soeces, a los adversarios políticos han salido de sus bocas. Su falta de coherencia les ha puesto ante el espejo.
(Publicada en ABC Córdoba el 23 de mayo de 2018 en esta dirección)