Además de un ilustre baenense, fue un cordobés de gran proyección académica y literaria digna de ser recordada.
Ha transcurrido casi un tercio del año en curso y hay pocas iniciativas para recordar que estamos en el bicentenario del nacimiento de José Amador de los Ríos. Un cordobés de Baena que vio la luz a los inicios de 1816. Su formación y actividades nos recuerdan, salvando las distancias, a aquellos polifacéticos hombres del renacimiento que desarrollaban a lo largo de su existencia actividades en diferentes artes. Eran a un tiempo arquitectos, escultores, pintores… Amador de los Ríos -hijo de un escultor- fue poeta, dramaturgo, se ejercitó en la pintura, estudioso de nuestra literatura -obtuvo la cátedra de Literatura de la Universidad Central de la que llegó a ser rector-, arqueólogo e historiador. No son muchos quienes pueden señalar que entre sus discípulos hubo varios presidentes del gobierno, como fue el caso de don Antonio Cánovas del Castillo o don José Canalejas, cuyo ideario político era muy diferente y que ambos, tristemente, tienen en común haber muerto asesinados a manos de anarquistas. Fue también director del Museo Arqueológico Nacional.
Amador de los Ríos fue miembro de numerosas sociedades y academias, como la Sociedad Patriótica de Córdoba y su reino, la Academia Sevillana de Buenas Letras, la Real Academia de la Historia, la de Jurisprudencia o la de Bellas Artes de San Fernando. Mantuvo excelentes relaciones con otros cordobeses que brillaban en Madrid y, en ocasiones, contó con su apoyo. Fue el caso de don Ángel Saavedra, duque de Rivas y del egabrense don Juan Valera. También están ligados a su biografía académica y literaria nombres como los de Leopoldo Alas, “Clarín”, Marcelino Menéndez y Pelayo, Prosper Merimée -cuya relación con personalidades cordobesas fue más que notable- o Alejandro Dumas.
También destacó como editor de la obra de algún cronista de Indias o de las del Marqués de Santillana y fueron relevantes sus estudios literarios e históricos. Nos dejó una voluminosa “Historia crítica de la literatura española”, una “Historia de la Villa y Corte de Madrid” en cuatro volúmenes y su “Historia social, política y religiosa de los judíos en España y Portugal” que se ha seguido reeditando hasta nuestros días, lo que señala que aún se lee con aprovechamiento.
Ligado políticamente a la Unión Liberal no compartió los planteamientos que impulsaron la Revolución de 1868, en buena medida porque mantenía una excelente relación con Isabel II. El triunfo de la “Gloriosa” hizo que, pocas semanas después del destronamiento de la reina, fuera destituido de su cargo de rector -el nombramiento de los rectores era entonces potestad gubernativa-, lo que le llevó a dimitir de la dirección de Museo Arqueológico.
Hoy, cuando son numerosas las instituciones -también ocurre con demasiada frecuencia en el campo de las hermandades y cofradías- que no tienen empacho alguno en celebrar el 185 o el 220 aniversario de un evento, incluso de un asunto menor, para realizar alguna actividad, el olvido de Amador de los Ríos -salvo algunas iniciativas tomadas en su Baena natal- en estos meses transcurridos del año en que se cumple el bicentenario de su muerte llama poderosamente la atención. Amador de los Ríos, además de un ilustre baenense, fue un cordobés de gran proyección académica y literaria. Quienes tienen responsabilidades culturales deberían recordarlo, aunque mucho nos tememos que, visto por donde discurren las aguas de la cultura oficial cordobesa, hacer este planteamiento es casi tanto como pedirle peras al olmo.
(Publicada en ABC Córdoba el 20 de abril de 2016 en esta dirección)