La derrota del PSOE en Andalucía, en las elecciones del pasado junio significaba un cambio de mucho más calado del que podía parecer. Aquello era tan extraño como que las ganara el Partido Popular, siendo increíble que las ganara por mayoría absoluta, casi doblando en número de escaños a los socialistas. Aquella fue una noche para el asombro, que dejaba atónitos a quienes no creían que tal cosa pudiera suceder. Hace sólo unos años, en Andalucía parecía poco menos que imposible vencer a un PSOE instalado en las instituciones y que había llegado a señalar que los pensionistas —colectivo cada vez más influyente debido a su número creciente en los resultados de unos comicios— podían dejar de percibir sus pensiones si ganaba la derecha. Eso, por increíble que resulte, era esgrimido en ciertos ambientes, al igual que se dejaba caer a empleados públicos que podían perder su trabajo si ganaba la derecha. Una masa de ellos, en torno a treinta mil, configuraban la llamada administración paralela.
Añádase a ello que se había regado con cientos de millones a sindicatos y patronal y que con los ERE se habían despilfarrado otros cientos de millones en chanchullos que beneficiaban a amiguetes y creaban un clientelismo político. Era complicado acabar con el poder del PSOE en Andalucía. Pero se produjo la estrepitosa derrota socialista. En buena medida porque, después de tres años y medio de gobierno de PP y Ciudadanos, los pensionistas habían seguido cobrando sus pensiones y se había gobernado razonablemente bien, pese a las trabas de todo tipo que ponían los socialistas «incrustados» en la administración andaluza. Proyectos largamente pospuestos por el PSOE —capaz de prometer cualquier cosa en campaña para olvidarse de la promesa hasta la siguiente campaña— tomaban forma y se hacían realidad.
Tras las elecciones del pasado mes de junio las cosas siguen cambiando. Se deflacta el IRPF, que no es un impuesto de ricos, para hacer frente a la inflación y se suprime un impuesto como es el de patrimonio para atraer capitales a Andalucía. Sánchez lo critica y sus terminales señalan las escuelas y hospitales que dejarán de hacerse al no recaudarse, pero ese mismo día Sánchez dona a la fundación de Bill Gates ciento treinta millones, que según algunos cálculos es más de lo que dejará de recaudarse en Andalucía al quedar suprimido el impuesto de patrimonio.
El crecimiento económico de una Andalucía con grandes potencialidades se está haciendo realidad. El PIB lleva meses estando por encima de la media de España, algo inaudito. Aumenta el número de autónomos, por encima de la media nacional y algunas grandes multinacionales han puesto sus ojos en un territorio que sale de la somnolencia en que estaba sumido a base de subvenciones que, en muchas ocasiones, son morfina para la actividad. Andalucía apunta a convertirse en la segunda economía española por delante de Cataluña, algo que ha despertado las iras del presidente de la Generalidad —Pujol cuando lo era sostenía que «el andaluz es un hombre destruido, un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural moral y espiritual»— porque Moreno Bonilla ha tenido la audacia de abrir una oficina en Barcelona para captar patrimonios que inviertan en Andalucía. Algo está cambiando… en Andalucía.
(Publicada en ABC Córdoba, el viernes 30 de septiembre de 2022 en esta dirección)
Claro como el agua. Muchas gracias por tu capacidad para analizar la actualidad política de Andalucia y transmitirla con acierto.