Los trescientos años de dominio colonial británico sobre el Peñón están jalonados de abusos.

GIBRALTAR es como el cuento del haba que nunca se acaba. Periódicamente aparece como noticia en las páginas de los periódicos, objetivo de las cámaras de televisión o de los micrófonos de las emisoras de radio. A lo largo del último año, por obra y gracia de las iniciativas de Fabián Picardo, Gibraltar ha sido fuente de conflicto con las autoridades españolas que han hecho frente a las numerosas prácticas ilegales a que los “llanitos” están tan acostumbrados que, cuando se reacciona ante ellas, es como si se les infligiera un ultraje. Con esa actitud se muestran herederos directos de lo que durante siglos han puesto en práctica los británicos quienes, ignorando o saltándose lo establecido en los acuerdos, imponían condiciones que no eran sino abusos de su superioridad, pero que convertían en injurias inasumibles cuando se elevaban protestas ante tales abusos. En los últimos tiempos, el Peñón, que los ingleses denominan como la Roca, es una fuente continuada de conflictos porque el gobierno hace frente a los desafueros de su ministro principal, Fabián Picardo. Los trescientos años de dominio colonial británico sobre el Peñón están jalonados de esos abusos ligados incluso a situaciones de dificultad de los propios gibraltareños, como fue quedarse con el territorio que España les cedió temporalmente para instalar un hospital de cuarentena en la zona del istmo en un momento en que sufrían los azotes de una epidemia. También se aprovecharon de la debilidad española durante la guerra Civil de 1936-1939 para instalar un aeródromo en la misma zona del istmo, lo que lleva implícito la violación sistemática del espacio aéreo español. También pretenden la jurisdicción sobre unas aguas que no les corresponden porque el tratado de Utrecht es meridianamente claro al respecto. Desde principios del siglo XVIII han sido un nido de contrabandistas, contra la prohibición expresa del mencionado tratado…

Estos días en la Cámara de los Comunes se ha pedido una política de dureza contra el gobierno español porque consideran una injuria la lentitud de los trámites en el paso por la aduana. Se olvidan que el paso por esa frontera está limitado por el propio tratado que les concede la soberanía del Peñón, a lo que había que añadir que, como territorio británico, no puede acogerse al espacio Schengen que elimina los controles fronterizos entre los ciudadanos de los países europeos que forma parte de ese espacio.

¿De qué se quejan los británicos?

Una vez más se sienten injuriados ante lo que es el ejercicio de un derecho frente a sus sistemáticos abusos. Los controles establecidos por el gobierno español para entrar y salir de Gibraltar responden a la aplicación de la normativa internacional. Como también responden a dicha normativa las medidas contra las gasolineras flotantes que han operado con pingües beneficios en los que también han participado conocidas familias españolas. Como también a los obstáculos puestos a empresas españolas que suministran el material necesario para la construcción de diques sobre aguas que jurídicamente no les pertenecen. Quizá esa participación española explique por qué Picardo encuentra ciertas connivencias en partidos con representación parlamentaria cuando busca nuevamente hacerse sitio en un lugar donde Gibraltar estuvo gracias a una ocurrencia de Moratinos cuando, en Córdoba, le dio carta de naturaleza en la llamada Mesa Tripartita.

(Publicada en ABC Córdoba el 9 de julio de 2014 ene esta dirección)

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