Sin las alharacas ni los aspavientos que tanto gustan a otros de los miembros del gobierno, hace su trabajo.
LUIS Planas Puchades es un cordobés, nacido en Valencia —los de Córdoba nacemos donde queremos—, que ha dado uno de esos pasos que dignifican a la maltratada política, convertida para muchos ciudadanos en un lodazal por culpa de una serie de indeseables cuyo tránsito por ese territorio tiene poco que ver con el servicio público.
Más allá de que uno pueda compartir o disentir de su ideario o de sus planteamientos ideológicos, el actual consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente es uno de los escasos lujos que tiene la política andaluza hoy. En su paso por la consejería ha dado ejemplos de buena gestión. Sin las alharacas ni los aspavientos que tanto gustan a otros de los miembros del gobierno, hace su trabajo. No se encuentra con ataduras que le impidan ejercer sus funciones de la forma que considera correcta —ahí está su actuación en el caso de las tan traídas y llevadas naves de Colecor como botón de muestra— y no se pliega a planteamientos que buscan soluciones atropellando la legitimidad.
Luis Planas ha puesto de relieve, con su insólita decisión de presentarse a las primarias de su partido, que no está atado. Tiene vida fuera de la política a la que lleva ligado desde hace décadas, pero pertenece a un cuerpo de la administración pública. Es inspector de trabajo desde hace más de treinta años. Ignoro su propósito al lanzarse a esta aventura. ¿Poner de manifiesto que hay otra forma de hacer política diferente a la candidata del aparato? ¿Dejar claro un cierto espíritu de rebeldía frente a la partitocracia imperante?
Supongo que es consciente de que su gesto —toda una aventura— no va a conducirle a ninguna parte. Basta con ver el vacío que la ha hecho la propia dirección cordobesa del PSOE, ausente en bloque al acto de presentación de su candidatura. Ni siquiera aparecieron como mínimo de cortesía. Algunos, que no tienen la menor expectativa fuera del marco de la política, habrán valorado el coste de su presencia y no han optado por mantener siquiera las formas. No quieren correr el menor de los riegos y están con quien va a ganar, con quien es la candidata de Griñán, con quien cuenta con el apoyo del aparato, con quien, curiosamente, también carece de recorrido fuera de la política. Ese es uno de los perfiles que ofrece Susana Díaz, la próxima candidata del PSOE a la presidencia de la Junta de Andalucía. Un típico producto de la era de Zapatero —al cargo público sin la menor experiencia laboral— que tanto daño ha hecho al partido socialista.
Por eso, el gesto de Planas tiene un valor que va mucho más allá de la derrota que va a cosechar en las primarias, salvo que se produzca un milagro que en política no suele ocurrir. Su formación, su capacidad de gestor, su habilidad diplomática y su perfil no son valores que coticen al alza. Pero el gesto, intuyo que de quijote, queda ahí para oprobio de unos dirigentes provinciales que no tuvieron la mínima dignidad política de acompañarlo. Simplemente acompañarlo como militante de su propia agrupación. Así de turbias corren hoy las aguas en el socialismo cordobés.
(Publicada en ABC Córdoba el 10 de julio de 2013 en esta dirección)