Este 2024, que se nos marcha en pocos días, ha sido año de aniversarios cordobeses. Se han celebrado con encuentros, congresos, conferencias y exposiciones el sesquicentenario del nacimiento de Julio Romero de Torres que nacía el mismo año en que Valera daba a la imprenta la primera y más famosa de sus novelas: “Pepita Jiménez”. Más desapercibido ha pasado el centenario de la muerte de otro gran artista cordobés, Mateo Inurria a quien debemos la estatua ecuestre de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, otro cordobés ilustre, nacido en Montilla, y que se encuentra en las Tendillas. El bicentenario del nacimiento en Cabra de don Juan Valera y Alcalá-Galiano quien tuvo una fuerte vinculación con Granada. En buena medida porque, desde la perspectiva académica, el sur de Córdoba estuvo tradicionalmente ligado a Granada como pone de manifiesto el hecho de que en el 1777, bajo el reinado de Carlos III, el Real Colegio de la Purísima Concepción, de Cabra quedaba incorporado a la Universidad de Granada, a la que quedó unido hasta 1823 cuando Fernando VII retornaba al absolutismo y purgó a sus profesores, permaneciendo el Colegio cerrado durante cinco años, hasta 1828. Su relación con el que fuera distrito universitario de Sevilla, que englobaba las provincias de Sevilla, Cádiz, Huelva y Córdoba, fue posterior. Data de 1846, en vísperas de que la conocida como Ley Moyano estableciera la creación de Institutos de Enseñanza Media en Córdoba y Cabra.
Esa vinculación a Granada debió influir en que el escritor egabrense estudiara en la abadía del Sacromonte Granadino y posteriormente cursara la licenciatura de Derecho en la Universidad granadina. Su paso por dicha abadía le inspiraría algunos elementos de su novela “Doña Luz” y en Granada, en 1844, publicaría en la imprenta de Benavides sus “Ensayos poéticos” su primer libro del que, se cuenta, que sólo vendió tres ejemplares. Por aquellos años publicó algunos trabajos en revistas granadinas como “La Alhambra” y “La Tarántula”.
Esa vinculación con Granada será decisiva en el hecho de que Valera exigiera que se tomaran medidas de protección sobre la Alhambra que era, en la segunda mitad del siglo XIX, lugar donde malvivían algunas gentes. Era frecuente que, dado el estado de abandono en que se encontraba el monumento nazarí, los viajeros que visitaban Granada, atraídos por su pasado musulmán, se llevasen recuerdos —hoy los llamamos souvenirs— en forma de azulejos de sus alicatados y trozos de estuco de sus labradas yeserías. Eran ofrecidos a los viajeros por quienes buscaban unas monedas, sin que hubiera reparos por parte de las autoridades. Como decimos, fue Valera quien, en un discurso en el Congreso de los Diputados, pidió la necesaria protección para el monumento y que el Estado librase los recursos necesarios para ello y para desalojar a quienes moraban en él.
No resulta exagerado decir, como ha señalado la catedrática granadina, Remedios Sánchez profunda conocedora de don Juan y su obra, que la preservación del monumento más emblemático de Granada y uno de los grandes referentes artísticos de Andalucía y de España, que en la actualidad es el más visitado de nuestro país, debe mucho a don Juan Valera y Alcalá Galiano.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 12 de diciembre de 2024 en esta dirección)