En pleno varano —también entonces hacía calor— del año de 1212, el 16 de julio, se enfrentaron dos ejércitos en el paraje conocido como las Navas de Tolosa. Allí se libró, sin duda, la batalla más importante que sostuvieron cristianos y musulmanes en ese largo periodo de nuestra historia que conocemos como Reconquista. Para los cristianos, después de haber sido derrotados en Alarcos (1195) y de haber perdido el castillo de Salvatierra (2011), piedra angular en el sistema defensivo de La Mancha, la situación era difícil. Una nueva derrota daría alas a los almohades que buscarían apoderarse de Toledo. La situación era tan difícil que el papa Inocencio III predicó una cruzada para que desde la cristiandad se acudiera a hacer frente al poder del islam. Fueron centenares de caballeros procedentes de más allá de los Pirineos lo que acudieron a esa llamada y llegaron a Toledo, lugar donde estaban concentrándose las tropas cristianas. Allí estaban los navarros de Sancho VII, los aragoneses de Pedro II y los castellanos de Alfonso VIII, amén de otras mesnadas señoriales y de algunos de los más relevantes clérigos, como el arzobispo toledano, Rodrigo Jiménez de Rada. Quien no acudió fue el rey de León, Alfonso IX, por diferencias con el monarca castellano.
Los cruzados ultramontanos, ansiosos entre otras cosas del botín que esperaban recibir al apoderarse de localidades en poder de los almohades, cosa que no se les consintió, terminaron por abandonar aquel ejército y regresar a sus lugares de origen —se ha alegado como una de las razones de su retirada no poder soportar el terrible calor de las llanuras manchegas en aquellas semanas de estío—. Los cristianos que libraron aquella batalla fueron básicamente castellanos, aragoneses y navarros que lograron infligir una severa y completa derrota a los almohades. Sobre la batalla se han forjado numerosas leyendas que no quitan un ápice a la importancia de la victoria cristiana. En las décadas siguientes los ejércitos de Fernando III —sucesor de Alfonso VIII en Castilla y de Alfonso IX en León—, tras forzar el paso de Despeñaperros, se apoderarían de Baeza (1227), Úbeda (1233), Córdoba (1236) y Sevilla (1248).
Hace quince años, en julio de 2009, se inauguró en Santa Elena, localidad próxima al lugar de la batalla, impulsado por la Diputación de Jaén, un museo conmemorativo de las Navas de Tolosa. Lo allí expuesto acerca de lo ocurrido está mediatizado por planteamientos en los que, haciendo gala de un gran presentismo, se vierten los criterios que hoy imperan en nuestra sociedad. Algo que no responde a los planteamientos del rigorismo y fanatismo de los almohades ni al afán de lucha de los cristianos que sentían muy cerca la grave amenaza islámica. La realidad es que las visitas al museo son escasas. Quizá una de las razones es que quienes lo han visitado se han encontrado algo muy diferente a lo que esperaban. La consecuencia de las escasa visitas es el argumento utilizado para cerrar el museo en pocas semanas. Hay quien protesta porque entiende que supone cerrar una página importante de nuestra historia, pero antes de protestar debería comprobar como se explica en el museo dicho acontecimiento.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 23 de agosto de 2024 en esta dirección)
Pepe, “y de haber perdido el castillo de Salvatierra (2011)”: 12011 … supongo … Las meigas y los ordenadores …