Este año se conmemora el nacimiento de don Juan Valera y Alcalá-Galiano, una de las plumas más importantes del nuestro siglo XIX y una figura representativa de la España de su tiempo. Una escultura en el madrileño paseo de la Castellana con la imagen de Pepita Jiménez, la protagonista de la que es su más famosa novela y un busto de don Juan, lo recuerdan a quienes pasean por allí. En Cabra, donde nacía el 18 de octubre de1824, hay un busto, labrado en mármol blanco, sobre un alto pedestal donde, además de su nombre, una placa señala que fue quien impulsó en España la carrera literaria del nicaragüense Rubén Darío. Esa efigie de don Juan se alza en una de las glorietas del parque Alcántara-Romero y cada año, con motivo del día de San Juan, su onomástica, se le rinde un homenaje y una ofrende floral, desde hace mucho tiempo.
Con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento, en 1924 —hacía casi veinte años que había fallecido en Madrid, en su casa de la Cuesta de Santo Domingo—, se realizaron una serie de homenajes en recuerdo del insigne escritor y diplomático. Entre ellos no fue el menos importante una reedición de Pepita Jiménez en gran formato y que llevaba el añadido de estar ilustrada por uno de los más celebrados artistas de la época y que, desde hacía dos décadas, era uno de los principales ilustradores de la revista Blanco y Negro. En aquella revista venía retratando, desde 1904, además de a la alta sociedad madrileña de entonces, los ambientes rurales de su Andalucía natal. Recogía tipos populares en escenas cargadas de costumbrismo y llenas de detalles que hoy nos ofrecen, más allá de su valor artístico, un notable interés desde el punto de vista etnográfico. Nos estamos refiriendo a prieguense Adolfo Lozano Sidro quien había estudiado Bellas Artes en Granada y Málaga y completado su formación con José Moreno Carbonero, pintor malagueño, afincado en Madrid y uno de los grandes de la pintura historicista, cuyas obras están en el museo del Prado o en el Salón de los Pasos perdidos del Senado, como es la Entrada de Roger de Flor en Constantinopla.
Lozano Sidro realizó una veintena de estampas para ilustrar aquella edición de Pepita Jiménez. En ellas recogió no sólo el perfil de sus principales personajes, como son la propia Pepita o don Luis, el seminarista que se enamorará profundamente de la guapa viuda destinada en principio a casarse con su padre. Nos dejó en esas ilustraciones escenas populares en las que de forma magistral recogía el ambiente que Valera había reflejado en las páginas de su novela. Momentos como los de la salida de misa, la celebración de las fiestas y verbenas, los ambientes rurales o los interiores de viviendas en las que tenían lugar algunos de los hechos que contaba Valera.
En esa edición, que vio la luz en 1925, se dieron la mano dos ilustres cordobeses, uno de Cabra y otro de Priego, para convertir en realidad una de las ediciones que ha quedado como referente de la obra valeriana. Un recuerdo para ambos y para aquella edición que hoy es difícil de encontrar.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 21 de junio de 2024 en esta dirección)