Eric Arthur Blair, el escritor y periodista británico que popularizo el seudónimo de George Orwell nos dejó entre su producción literaria un par de novelas que han venido a considerarse como de ficción distópica. En ellas imaginaba una sociedad, aparentemente feliz, donde los ciudadanos, sometidos a una degradación permanente, quedaban reducidos a la irrelevancia porque eso era lo que convenía a sus gobernantes. La primera de esas novelas llevaba por título “Rebelión en la granja” y fue publicada en 1945, año en que terminaba la Segunda Guerra Mundial. Era una durísima sátira contra el modelo de Estado implantado por Stalin y ponía en solfa, con gran mordacidad, el comunismo soviético. En una granja de cerdos el amo es expulsado y establecen una serie de principios que un cerdo, que controla los resortes del poder de forma dictatorial, va modificando a su conveniencia y termina por hacerlos desparecer. El último de esos principios —mandamientos los llama Orwell— señalaba que todos los animales de la granja eran iguales. Aunque la realidad señalaba que unos cerdos eran más iguales que otros. La segunda de las novelas se llamaba “1984” y fue publicada unos años más tarde que “Rebelión en la granja”, en 1949. En ella Orwell imagina como sería la sociedad unas décadas después: en 1984. En esta ocasión Orwell presenta un mundo controlado por un partido único al que pertenecen todos los que no están excluidos del sistema y que recibe el nombre de Ingsoc —es un acrónimo del Socialismo Inglés—, en cuya cúspide se encuentra el Gran Hermano, el líder del que emana el poder. Es importante para el funcionamiento de la sociedad contar con el apoyo de una poderosa burocracia que tiene controlada a una población alienada, sometida a una propaganda que todo lo inunda y donde lo que ayer era la verdad oficial cambia, porque así conviene al Gran Hermano. Esa población esta formada por los llamados proles a los que se mantiene alienados con diferentes artimañas para que crean que son felices, pese a lo abyecto de su situación. Quienes mantienen un espíritu crítico son castigados con penas severas, son expuestos al escarnio público e incluso pierden la vida desapareciendo sin dejar rastro.
En la sociedad de “1984” el enemigo del pasado —otra potencia de las tres que se reparten el mundo— puede, convertirse en un aliado del presente. En ese caso la burocracia, a través de ministerio de la Verdad, se encarga reescribir la historia para contarla de forma que encaje con los nuevos planteamientos del líder. Eso incluye la destrucción y la manipulación de toda la documentación existente para conseguir que lo que se defendía en el pasado sea acorde como lo que el Gran Hermano defiende en el presente.
Con la llegada de 2024 se han cumplido cuarenta años de la fecha que Orwell escogió para el título de su libro, fantaseando con una posible sociedad en el futuro. Ma ha parecido sugerente preguntarme qué pensaría Orwell si fuera testigo de algunas de las realidades que se dan en el mundo de nuestro tiempo y que sólo eran fantasías de un escritor en 1949, hace exactamente cuarenta años.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 5 de enero de 2024 en esta dirección)