A partir del estudio de las llamadas pirámides de población se puede conocer la realidad demográfica de una sociedad. El modelo piramidal de las sociedades antiguas presentaba una amplia base que se iba estrechando hacia la cúspide. Eso significaba que el número de personas de esa sociedad era muy elevado en las edades más bajas mientras que conforme aumentaba la edad su número disminuía. Por el contrario, en las pirámides de las modernas sociedades, que de pirámides solo tienen el nombre, la población infantil no es todo lo numerosa que debiera para mantener esa base amplia. La natalidad está en crisis. La parte alta, la cúspide, ha perdido la forma puntiaguda porque los mayores son tan numerosos que su forma tiende a ser cilíndrica. Incluso en algunas sociedades del llamado mundo desarrollado el vértice es más amplio que la base con lo que la pirámide se convierte en un tronco de pirámide invertido. En esas circunstancias la demografía difícilmente puede sostenerse y sólo con elementos exteriores a la sociedad —es el caso de la inmigración que atraen las sociedades desarrolladas— la pirámide puede mantenerse.
La pirámide demográfica de la sociedad española va camino de ser troncopiramidal invertida, lo que supone una creciente población mayor, que engrosa las filas de la jubilación, y una natalidad marcada por la debilidad, que no es capaz de cubrir lo que se denomina el relevo generacional demográfico, que está tasado en una cifra de nacimientos de 2´2 por matrimonio. España se encuentra muy lejos de esa cifra. Tan lejos que es casi la mitad. La provincia de Córdoba no escapa a esa realidad que va camino del suicidio demográfico, todavía sostenido por la corriente de inmigración.
Pero no es ese el único problema que muestra nuestra demográfía. Otra seria amenaza demográfica está lo que ha venido en denominarse como la España vaciada. Hoy es una realidad que numerosas poblaciones cordobesas están perdiendo población. No hemos llegado a la situación dramática que se vive en otras partes de España donde hay un elevado número de despoblados, que es como se conocen en demografía los pueblos que han quedado deshabitados. Son muchos los lugares que están en trace de desaparición porque sólo cuentan con unas docenas de vecinos —a veces menos— todos de edad avanzada y que no tienen a su alcance cosas tan elementales como una tienda donde abastecerse de lo que en otro tiempo se denominaba ultramarinos y desde luego carecen de médico o de farmacia. Algunas localidades, con una población algo más numerosas, pero muy escasa, luchan denodadamente —invitan a instalarse, ofreciendo condiciones atractivas, a familias con hijos en edad escolar—porque no se cierre la escuela. Carecen de una sucursal bancaria y ni siquiera tienen un cajero, con todas las dificultades que entraña para una población que está lejos de la digitalización, donde poder sacar dinero. Hay localidades cordobesas que se asoman a esa situación que no parece tener solución.
Columna triste, si bien responde a una realidad cuyas consecuencias pueden ser catastróficas si no se les pone remedio, en unas fechas que invitan a la alegría y la celebración familiar porque estamos en vísperas de Navidad por lo que no quiero terminar sin desear felicidades a quienes me honran con la lectura de esta columna.
Publicada en ABC Córdoba el viernes 22 de diciembre de 2023 en esta dirección)