En las jornadas electorales a los lideres de las formaciones que concurren a los comicios se les suelen hacer entrevistas para que den su opinión. Como ese día, según establece nuestra normativa electoral, no se puede pedir el voto ni hacer propaganda, las declaraciones suelen girar en torno a lo importante que es votar para elegir a nuestros representantes. Animan a la participación e incluso señalan que acudir a votar es participar la gran fiesta de la democracia. Esta última afirmación se ha convertido casi en un tópico.
El presidente del gobierno ha convocado elecciones, lo hizo, sin encomendarse ni a dios ni al diablo —ni siquiera cumplió con el preceptivo requisito de reunir al consejo de ministros—, para la primera fecha que la ley electoral le permitía al día siguiente del varapalo que había recibido el 28 de mayo: el 23 de julio.
Esa fecha se encuentra en medio de lo que llamamos «entre Virgen y Virgen»; es decir, entre la festividad de Nuestra Señora del Carmen y la de la Asunción. En la época más calurosa del año. Unos días en los que, si la canícula llega a los extremos que son habituales, en muchos lugares los termómetros marcarán temperaturas superiores a los cuarenta grados. El 23 de julio un número importante de españoles estarán vacaciones, fuera de su residencia habitual, y, por lo tanto, no podrán ejercer el voto presencialmente, salvo que se desplacen exprofeso para hacerlo.
A muchos de quienes se encuentren en el extranjero le resultará sencillamente imposible votar, como a muchos que no conozcan la dirección del lugar donde pasarán sus vacaciones —ya se sabe que son muchos los muchos compatriotas que resuelven sus asuntos a última hora— porque, incluso pidiendo el voto por correo, que se ha disparado, a la hora de solicitarlo tienen que indicar la dirección en que al peticionario le llegue la documentación electoral. También, la elección de esa fecha, ha creado incertidumbre a cientos de miles de españoles que tendrán que formar parte de las mesas electorales como presidentes o vocales, algo que no sabrán hasta que no les llegue la comunicación de la junta electoral y no podrán planificar las vacaciones, si las tenían previstas para esa fecha.
Hay, pues, razones de tipo climático, vacacional y legal que, sin duda, van a dificultar el voto de muchos españoles por haberse convocado las elecciones un 23 de julio. Pedro Sánchez a la hora de fijar esa fecha ha tenido, sin duda, consideraciones muy importantes que siempre irán en beneficio de los españoles, aunque, como dicen algunos de sus ministros, muchos no son capaces de entenderlas. En cualquier caso, entre dichas consideraciones no está el que los españoles lo tengamos fácil para votar.
Veremos si la concurrencia a las urnas es elevada o se queda corta. Desde luego quien las ha convocado, haciendo uso de su prerrogativa, no ha tenido en cuenta nada de lo que comentamos. Lo único que nos hará falta ese día es que Pedro Sánchez, cuando acuda a votar, nos invite a la participación y a cumplir con el derecho y también el deber de hacerlo porque estamos… en la gran fiesta de la democracia.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 16 de junio de 2023 en esta dirección)