El oficio de librero es complicado y lo es mucho más de unas décadas a esta parte, dado el alto número de publicaciones que se realizan. En lugares como Madrid o Barcelona el número de depósito legal es de decenas de miles de títulos al año. La producción editorial española es una de las mas altas del mundo y ello supone un ingente volumen de novedades que las librerías, cuyo espacio es limitado, difícilmente pueden atender.
Aquí radica uno de los problemas a los que ha de enfrentarse un librero porque ha de ser muy cuidadoso a la hora de seleccionar los títulos que puede ofrecer a sus lectores. Las preferencias personales son muy amplias. Hay, por ejemplo, quienes prefieren el ensayo, lo que ya supone un amplio abanico porque los ensayos, más allá de la variedad temática, pueden tener un carácter muy académico -utilizo la palabra en el sentido de sólo asequible para quienes son expertos en la materia- o pueden tener un carácter más divulgativo que, sin perder el rigor científico, dan respuesta a lo que busca un lector interesado, pero no especialista.
Hay lectores de obras de ficción y ahí el abanico alcanza amplitudes verdaderamente extraordinarias. Hay quienes se inclinan por la poesía o el teatro y, sobre todo, por la novela. En este último caso los variados géneros novelísticos atraen a lectores muy diferentes. Muchos se interesan por la novela histórica y otros los hacen por la llamada novela policíaca, que algunos denominan como novela negra.
Hay mucho lector de novelas de intriga, las denominadas como ’thriller’ por quienes utilizan el anglicismo, una epidemia bastante extendida entre nosotros y que está causando destrozos muy graves a nuestra lengua, para referirse a ellas. Hay quien prefiere la ciencia ficción y situarse en mundos que apenas pueden adivinarse. También está la literatura infantil que, desde hace años, tiene un auge llamativo. Se nos quedan en el tintero muchos otros géneros.
No es fácil para el librero discernir ante tan amplio abanico y, como señalábamos, está obligado a seleccionar. El problema se acrecienta en una sociedad donde la inmediatez se ha impuesto como una necesidad. Pedir en una librería un título específico tiene en muchos casos la respuesta de que no está en existencias, pero puede tenerse en un tiempo muy corto que, sin embargo, dada la inmediatez que nos preside, resulta excesivo. Eso lleva a muchos a buscar otras formar de adquisición, a lo que se suman las nuevas tecnologías que desplazan al papel.
Todo ello juega en contra de la actividad de los libreros y complica, a veces, la supervivencia de las librerías. Estos días se ha anunciado que, a finales del mes próximo, el 30 de junio, Córdoba perderá las dos librerías de La República de las Letras, tras ocho años de andadura. Es una mala noticia. Siempre lo es cuando una librería tiene que echar el cierre de sus puertas.
Los lectores no podrán ir a pedir un título que desean tener. No buscarán entre sus anaqueles y tampoco se darán cita allí para participar en algún evento de los que se han promovido a lo largo de sus ocho años de existencia. Como decimos, una mala noticia para los lectores y para Córdoba.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 12 de mayo de 2023 en esta dirección)