Los nombres de las calles de nuestros pueblos y ciudades son algo mucho más reciente de lo que, a veces, pensamos. En los siglos XVI y XVII las calles no tenía nombre oficial. Era frecuente señalar que una persona, al no tener nombre la calle, vivía a la espalda del convento tal o de la parroquial cual. A veces, las solían denominar con el de uno de sus vecinos. Quizá el de mayor relieve.
En Lucena hay una calle con el llamativo nombre de ‘Llorente, el ciego’. Los vecinos, solían a veces, denominar la calle, con un rasgo que la singularizaba, como por ejemplo ‘Empedrada’, al ser la mayoría de ellas terrizas. Hubo muchas calles a las que se llamó ‘Sucia’, podemos imaginarnos la causa. A veces, su nombre derivaba de la existencia del algún árbol significativo como podían ser álamos, nogales o granados. Así, por ejemplo, en Cabra, algunas de sus calles se llamaron Álamos, Granadal o Nogalejo. En Priego, la existencia de un cauce de agua, hoy embovedado, dio nombre a la calle del Río, que tiene forma sinuosa. Fue frecuente denominarlas con nombres relativos a la actividad preponderante entre sus vecinos. En Montilla hay una Ronda de Curtidores y en muchos lugares se dan nombres como Platerías, Tintorería, Cuchillería —en Madrid es famoso el Arco deCuchilleros en una de las esquinas de la Plaza Mayor.
También las creencias religiosas tuvieron su reflejo en esos callejeros populares. En Córdoba, calles como Concepción o Jesús y María son un reflejo de lo que decimos. También tenemos cuestas como la de la Pólvora o la del Bailio. Hay calles cordobesas con nombres populares llamativos como la calle de la Paciencia —hoy José Zorrilla— o la calle del Viento, que más tarde se dedicaría al corregidor Ronquillo y Briceño. La leyenda dice que el nombre de la calle de las Cabezas está relacionado con la decapitación, en Soria, de los siete infantes de Lara, por orden de Almanzor, que expuso sus cabezas en esta calle, que se encuentra junto a la de los Caldereros.
Será en el siglo XIX cuando esas denominaciones populares que, por lo general, respondían a una realidad tangible, se vieron alteradas al ser los ayuntamientos quienes rotularon las calles. Fue común dedicarlas a ciertos prohombres de la localidad.
En Córdoba al duque de Rivas, en Cabra a don Juan Valera, en Lucena a Barahona de Soto… Se complicó la cuestión al ser dedicadas a políticos de relieve, lo que, dadas las discrepancias ideológicas, dieron lugar a un baile de nombres porque lo que exaltaba una corporación era denostado por otra y el callejero sufrió las consecuencias.
(Continuará)
(Esta columna fue publicada en ABC Córdoba el 1 de mayo de 2021 en esta dirección)