El mantenimiento del patrimonio es una de las asignaturas pendientes de nuestro país. Cierto que requiere grandes esfuerzos porque es uno de los más ricos y extensos del mundo. El número de castillos en España, sin duda por la singularidad de su historia medieval respecto a Europa, es mayor que en cualquier otro país; recuérdese aquello, con poco fundamento, de que el nombre de Castilla venía de… tierra de castillos. Los castillos de España son más austeros que los de otros países; nuestras fortalezas están muy lejos de los castillos que pueden encontrarse en las riberas del Loira, por ejemplo. Esos castillos franceses son palaciegos, de abolengo renacentista. Hay en España alguno, como el de La Calahorra (Granada) o el de los Fajardo en la localidad almeriense de Vélez Blanco, pero son la excepción. El mantenimiento de ese patrimonio, que va mucho más allá de los castillos, que sólo ha sido un ejemplo de su abundancia, nunca ha sido una prioridad en España. Añádase a ello que nuestra legislación no lo protegió debidamente durante décadas, lo que permitió que se produjeran expolios como el del tesoro de Guarrazar (Toledo) que fue parar a Francia y, sólo en parte, recuperado en 1940 o el patio del mencionado palacio de los Fajardo, una verdadera joya renacentista, que hoy se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York. Es cierto que se han hecho notables esfuerzos desde hace algún tiempo -curiosamente los años de los que algunos abominan-, pero, por lo general, esos esfuerzos se han postergado cuando la necesidad ha apretado y la gestión ha dejado mucho que desear en demasiados casos. Las consecuencias de esa falta de inversiones resultan, además de evidentes, dolorosas.
Córdoba no es una excepción. El reportaje en ABC firmado por Luis Miranda, días pasados, venía a poner el dedo en la llaga de las consecuencias de no actuar adecuadamente. El ejemplo del alminar de San Juan de los Caballeros, señalando que con pocos recursos se ponía fin al deterioro y a la penosa imagen de una red para evitar daños por los desprendimientos es una evidencia de lo que decimos. Otro caso es la restauración del convento de Regina, que no se ha llevado a cabo porque se ha dado una lección de lo que es una pésima gestión de los recursos cuando, en ocasiones, los hay. Bastaría con señalar las hierbas que han ‘adornado’ durante años los muros de la Puerta de Almodóvar.
Hoy, cuando echamos de menos lo que supone el turismo, que viene a Córdoba buscando su patrimonio cultural, y que desde ámbitos de mucha influencia se señala a la ciudad como un destino preferente, es necesario invertir una tendencia que por arraigada no debe mantenerse.
(Publicada en ABC Córdoba el 20 de febrero de 2021 en esta dirección)