La política, al menos en las alturas gubernamentales, siempre ha estado envuelta en un halo de misterio. La necesidad de guardar ciertos equilibrios. La obligación de no tocar un asunto, que a los ojos de los ciudadanos –al menos en las conversaciones de taberna- son vistos con soluciones diáfanas, sencillas y hasta simples- porque puede desencadenar una reacción peligrosa. Las imposiciones de los equilibrios internacionales… Son muchos los factores a tener en cuenta que han de barajarse a la hora de tomar decisiones, que pueden llevar a actuaciones que difícilmente son entendidas fuera de los altos círculos de poder.
No obstante, hay secretos que levantan suspicacias, rumores y toda clase de comentarios. Uno de esos misterios, un verdadero enigma, es lo que hizo la vicepresidenta de Maduro en el aeropuerto de Madrid, bautizado con el nombre de Adolfo Suarez –suele olvidársenos por aquello de no rendir tributo a los nuestros- Barajas. Resulta que de su avión fueron desembarcadas numerosas maletas, que algunas fuentes elevan a cuarenta. ¿Fue ese desembarco de maletas lo que evitó una grave crisis diplomática, según palabras del presidente del gobierno español? Crisis diplomática de la que no sabemos nada: secreto de Estado. También así la considera el dictador venezolano Nicolás Maduro, que se ha referido, con cierto tono jocoso, a la presencia de su número dos que tiene prohibido pisar suelo de territorio Schengen, en el aeropuerto madrileño. Hoy es un misterio si lo hizo porque lo que diga el ministro Ábalos carece por completo de valor, después de haber mentido media docena de veces sobre la misma cuestión. Por cierto, para muchos es un enigma el que dijera que él había venido a la política para quedarse. ¿A quién iban dirigidas esas palabras que no suenan, en modo alguno, ni elegantes ni progresistas?
¿Secreto de Estado? ¿Maletas misteriosas? ¿Crisis diplomática? ¿Dónde estuvo Delcy Rodríguez? Uno de los resultados de este enigma ha sido ponernos de uñas con algunos de nuestros aliados que no entienden –cosas de la alta política- por donde navega el presidente Sánchez Castejón y su vicepresidente Pablo Iglesias, muy relacionado y agradecido a la Venezuela de Maduro.
Otro misterio de mucho calado es el hecho de que se haya suspendido el Mobile Wold Congress que iba a celebrarse en Barcelona. En España no hay mayores riesgos con el contagio del llamado coronavirus –otro misterio es lo que esté ocurriendo con la enfermedad en la opaca China- que en Alemania, Holanda o Francia donde se siguen celebrando eventos de carácter internacional. ¿Qué ha llevado a que las grandes empresas de ese potente sector comenzaran a comunicar su no asistencia al congreso de Barcelona? ¿Cuál es la última causa por la que se ha suspendido? ¿Qué enigma encierran las palabras de John Hoffman cuando se refirió a que la suspensión era debida a la amenaza de epidemia y “otras circunstancias”?
Vaya por delante que me importa un bledo –como el comino que le importa a la diputada independentista Montserrat Bassa la gobernabilidad de España- el daño de los hosteleros catalanes, los mismos que se negaban a dar alojamiento a la Guardia Civil y Policía Nacional, las pérdidas que pueda haberle ocasionado la suspensión. Pero no me lo importa conocer los entresijos que hay detrás de la postura de esas empresas, emblema del moderno capitalismo, de no acudir a Barcelona. Rumores acerca de las causas hay para todos los gustos, pero son sólo rumores.
(Publicada en ABC Córdoba el 29 de febrero de 2020 en esta dirección)